sexta-feira, 30 de julho de 2010

África: medio siglo de frustración

El continente sigue postrado política y económicamente: se consiguieron unas independencias sin soberanía. Hoy aumentan los Estados democráticos y cesan algunos de los conflictos, aunque el progreso es lento

DONATO NDONGO-BIDYOGO - Donato Ndongo-Bidyogo es escritor y periodista guineano.



Hace ahora 50 años, 17 países del África subsahariana, en su mayoría colonias francesas, obtuvieron su independencia. Aunque la eclosión soberanista empezó con la descolonización de Sudán (1956), Ghana (1957) y Guinea-Conakry (1958), y continuó imparable en los años siguientes, 1960 es considerado el año de África. Ese año culminaron las ilusiones de libertad de los pueblos africanos, sometidos a la dominación extranjera desde hacía 75 años, tras la Conferencia de Berlín de 1885, en la que las principales potencias europeas se repartieron caprichosamente el continente.

La oleada independentista ilusionó no solo a los propios africanos, sino también a los idealistas del mundo entero, que vieron, con curiosidad y simpatía, aquel fenómeno sin precedentes como el inicio de una era en la que pueblos secularmente despreciados se levantaban orgullosos para proclamar su derecho a la libertad y a la recuperación de su dignidad. Tanto unos como otros creyeron de buena fe que las independencias africanas serían el motor del cambio hacia un orden internacional nuevo, y que la liberación del yugo colonial traería consigo el desarrollo económico y social de los países del continente.

Medio siglo después, aquella esperanza de libertad, dignificación, desarrollo y unidad continental -los "Estados Unidos de África" soñados por Kwame Nkrumah, principal ideólogo del panafricanismo moderno y primer presidente de Ghana- se muestran como puras ilusiones. La situación presente del continente ha llevado a la mayoría de los africanos a la frustración, sentimiento compartido por casi todos los analistas y los simples ciudadanos de los países desarrollados.

Por ello es necesaria una reflexión, analizar las causas por las cuales África sigue siendo un continente postrado, económica y políticamente dependiente, con los más bajos índices de desarrollo del planeta, con la mayor parte de sus 54 Estados gobernados por dictaduras cleptómanas, que han reducido a la gran mayoría de sus 1.000 millones de habitantes a la indigencia internacional, a una pobreza extrema y a una esperanza media de vida de apenas 56 años.

Como en todos los grandes males padecidos por África en los últimos 500 años -la esclavitud y el colonialismo-, a esta situación concurren causas internas y externas. Entre las primeras, la excesiva ambición y el egoísmo exacerbado de unas élites locales a las que no les preocupa el bienestar de sus compatriotas, entregadas solo a la satisfacción de los propios instintos primarios. Sea por la apetencia de riquezas, por los goces del poder o por la degeneración de las costumbres tradicionales, la realidad es que desaparecieron de los hábitos de la mayoría de los africanos valores como la solidaridad o la compasión; la fraternidad tribal se convirtió en tribalismo, en exclusión del otro; la probidad como fundamento de la autoridad es mero autoritarismo; el poder se ha convertido, a un tiempo, en dominación y en medio para obtener prebendas y sinecuras, en beneficio exclusivo de uno mismo; ese poder es omnímodo, al quedar destruidos aquellos mecanismos que en las estructuras antiguas contribuían a su moderación, al equilibrio entre el gobernante y los gobernados. Para ellos, la principal herencia del colonialismo fue únicamente la brutalidad de aquel sistema: los gobernantes africanos, sucesores de los gobernadores europeos, copian únicamente sus defectos en lugar de combinar los aspectos positivos de los usos ancestrales con los rasgos positivos del encuentro con otras civilizaciones; solo cultivan los aspectos más perniciosos de ambas culturas, convertidas en meras caricaturas.

Tras la II Guerra Mundial, librada en nombre de la libertad frente al totalitarismo, los sistemas coloniales quedaron obsoletos, sin argumentos; así, el nacionalismo africano resultó incontenible. Pero las ingentes riquezas africanas -mineras, forestales, agrícolas, piscícolas...- eran imprescindibles para las industrias europeas y estadounidenses. Baste recordar que el uranio de la República Democrática del Congo, Gabón y Níger fue y es indispensable para las potencias nucleares. De manera que, en plena guerra fría, Europa Occidental y Estados Unidos no podían permitir que África se independizara de verdad -con el riesgo de que cayera en la zona de influencia comunista-, y recurrieron al control estricto de las naciones emergentes.

En ese contexto debe situarse la inestabilidad permanente de los países africanos tras las independencias, y guerras como las de la República Democrática del Congo (y el asesinato de Patrice Lumumba) y Nigeria (Biafra), así como el derrocamiento de Nkrumah y los continuos golpes de Estado en países como Ghana, Nigeria, Benín, Togo, Níger, Malí o Congo-Brazzaville. Existen numerosos datos sobre ello, y solo es necesario recordar testimonios como los de Jacques Foccard, consejero de Asuntos Africanos de todos los presidentes de la V República Francesa hasta su jubilación en la época de François Mitterrand.

Transformado el colonialismo en "neocolonialismo", las independencias se vaciaron de contenido; por eso, muchos, africanos o no, piensan que África obtuvo unas independencias sin soberanía. El neocolonialismo necesita de regímenes fuertes -es decir, autocráticos- y colocó en el poder a déspotas como Mobutu Sese Seko en la República Democrática del Congo -rebautizada Zaire bajo su mandato-, paradigma de una época en la que fueron más importantes las riquezas extraídas que los habitantes asesinados, los que morían a causa de la miseria o los que languidecían por la ausencia de toda libertad. No importó que Mobutu acumulase una fortuna personal superior a los 5.000 millones de dólares, ni que gobernara con su partido único, ni sus extravagancias, ni su crueldad: solo se le exigía que mantuviese un control estricto sobre la población y que garantizase una buena cuenta de resultados a las empresas que explotaban las ingentes riquezas de su país.

Al igual que el colonialismo, el neocolonialismo se basa en el determinismo racial, según el cual los africanos son eternos menores de edad, incapaces de gobernarse por sí mismos, de convivir en armonía, de organizarse en sociedad. Lo han expresado algunos políticos europeos sin temor a caer en lo políticamente incorrecto. De ahí la tendencia a interpretar los fenómenos africanos como consecuencias del "tribalismo", o desde el paternalismo que suscita la compasión ante los niños famélicos o los inmigrantes ahogados en las costas europeas al intentar alcanzar el Edén.

Incluso se alzan algunas voces para proclamar que la solución de las miserias africanas estaría en una nueva colonización del continente, siempre bajo la supremacía blanca. Pero estas interpretaciones obvian lo fundamental: que, en este medio siglo de frustraciones, quedan muchas fórmulas por ensayar. Por ejemplo, que África sea dirigida por africanos sensibles a los intereses de sus naciones, que trabajen para dar contenido a los ideales de libertad y bienestar por los que sus mayores exigieron el autogobierno.

Aun así, África evoluciona a un ritmo quizá demasiado lento para muchos. Pero si miramos hacia atrás, hace 15 años apenas se contaban con los dedos de una mano los países que respetaban los derechos de sus ciudadanos y estaban comprometidos a lograr mayores niveles de bienestar; entonces, las guerras asolaban las cuatro esquinas del continente y la inestabilidad era crónica.

Hoy aumentan los países democráticos en los que la alternancia es real, y han cesado buena parte de los conflictos. Queda mucho por hacer, y no será fácil hacerlo, pero existe una conciencia generalizada de que la dictadura no es el estado normal, que la democracia y el desarrollo son posibles. Eso es importante cara al futuro.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Africa/medio/siglo/frustracion/elpepuopi/20100730elpepiopi_11/Tes

Hamburgo: La primera gran ciudad que fue aniquilada

Se publica en español el testimonio del novelista Hans Erich Nossack sobre el bombardeo que destruyó Hamburgo durante la Segunda Guerra Mundial




ABEL GRAU - Madrid - 29/07/2010

Por fin iban a poder ir a descansar unos días fuera de la ciudad. Al fin el calor apretaba y, después de aplazarlo varias veces, habían reservado una cabaña en el campo. El escritor Hans Erich Nossack y su compañera dejaban atrás el bullicio urbano de Hamburgo. Ignoraban que de ninguna manera podrían escapar de lo que iba a caer del cielo aquella semana de julio de 1943. "Y de pronto todo parecía bañado por la luz opalina de los infiernos", escribe Nossack en El hundimiento. Lo que contempló fue el mayor bombardeo urbano hasta entonces, que arrasó la urbe y causó 40.000 víctimas civiles y un millón de desplazados. "Para mí, la ciudad se hundió como un todo", sentencia.

Nadie había visto nada parecido. "Asistí a la destrucción de Hamburgo como espectador", comienza su testimonio. Nossack (1901-1977) avistó la incursión desde su cabaña, a quince kilómetros al sureste de la ciudad. Luego regresó y habló con los supervivientes. "Lo que contaban es tan increíblemente aterrador que cuesta entender cómo lograron sobrevivir". El hundimiento es la crónica de la aniquilación de una ciudad y, sobre todo, uno de los escasos testimonios sobre el sufrimiento de la población civil alemana durante la guerra. Ahora se recupera por primera vez en español, traducido por Juan de Sola, en la editorial La Uña Rota.

Todo comenzó la noche del 24 de julio, cuando el cielo de Hamburgo estalló en pedazos. Las fuerzas aéreas de Reino Unido, con apoyo de EE UU, lanzaron la Operación Gomorra (llamada así por la ciudad del Antiguo Testamento que fue devastada por el fuego), un ataque aéreo sin precedentes, sobre la industriosa ciudad del Elba, uno de los mayores puertos del mundo y punto estratégico con astilleros, refinerías de petróleo e industrias metalúrgicas. Esa medianoche los aviones británicos descargaron 2.300 toneladas de bombas incendiarias. Atónito contempló Nossack cómo el horizonte reventaba en un millar de bengalas. "Era como si del cielo cayeran unas gotas de metal candente sobre las ciudades. Más tarde desaparecían tras una nube de humo, iluminada de rojo desde abajo por el incendio de la ciudad."

Tormenta de fuego

Lo peor llegó tres días después. La diabólica intensidad del bombardeo causó un fenómeno imprevisto. Los zonas que ya ardían seguían siendo machacadas una y otra vez con más bombas, de manera que la temperatura se elevó descomunalmente. Los bomberos no podían sofocarlas y el tiempo seco y caluroso hizo el resto. El aire supercaliente lanzó corrientes de fuego de 240 kilómetros por hora, a temperaturas de 800 ºC, y desató un gigantesco tornado de fuego. Es lo que se conoce como feuersturm o tormenta de fuego. Las llamaradas se elevaban varios metros. El petróleo derramado incendió los canales. El asfalto se derritió. La falta de oxígeno y el fuego acabaron con muchos de los que intentaron alcanzar los refugios antiaéreos. La mayoría de víctimas del ataque pereció esa noche infernal.

La breve crónica de Nossack, apenas un centenar de páginas, es un texto pionero de las obras alemanas que medio siglo después, de la mano del ensayo Sobre la historia natural de la destrucción, del novelista alemán W. G. Sebald (1944-2001), darían voz al sufrimiento de la población civil alemana durante la guerra. "La sensación de humillación nacional sin parangón sentida por millones [de alemanes] durante los últimos años de la guerra nunca encontró expresión verbal de verdad, y aquellos directamente afectados por la experiencia ni la compartieron entre sí ni la transmitieron a la siguiente generación", escribe el autor de Austerlitz.

El propio Sebald subrayó el valor testimonial de El hundimiento: "Mérito innegable de Nossack es que fue el único escritor que intentó escribir sobre lo que había visto realmente de la forma más sencilla posible". La devastación de la Operación Gomorra la han abordado de manera exhaustiva durante los últimos años el historiador alemán Jörg Friedrich, en El incendio, y el británico Keith Lowe, en Inferno. The Devastation of Hamburg, 1943. Lowe recoge testimonios escalofriantes. Como el de un ingeniero de vuelo británico que iba a bordo de un bombardero Lancaster. A 17.000 pies de altura divisó cómo una columna de humo les rodeaba. "Podíamos oler claramente... Bueno, era como carne quemada. No es algo de lo que mes guste hablar".

El regreso de Nossack a la ciudad días después fue un peregrinaje apocalíptico. Subido a un camión de refugiados, describe la destrucción del centro histórico. Las hileras de edificios de oficinas de ladrillo rojo en los canales de St Annen, que parecen intactas aunque teme que no sean más que fachadas huecas. Ante el campanario decapitado de la Katharinenkirche, evoca cómo el desaparecido "verde azulado de la cubierta barroca hechizaba las aguas opalescentes del canal. Su mera visión, especialmente en primavera y en otoño, te transportaba a un mundo de ensoñaciones". Entre casas derruidas, puentes partidos y senderos que se abren entre cristales y escombros, Nossack recorre la catástrofe desde la antaño elegante Jungfernstieg hasta la céntrica Hohe Bleichen y los sótanos atestados de cadàveres carbonizados.

Aplastar a la población civil

Aturdidos y desmoralizados, los ciudadanos se sintieron abandonados por las instituciones, que huyeron de la ciudad durante el ataque, según consigna Nossack. Caminando entre la devastación ("todo en un silencio absoluto, sin movimiento ni variación; despojado del tiempo, había devenido eterno"), el novelista lamenta la transformación del carácter de los ciudadanos. "La codicia y el miedo se mostraban con una desnudez impúdica y reprimían todo asomo de ternura". Con todo, admira que la mayoría no busque venganza. Más bien, ven a los aliados y a los atacados como sometidos a las mismas fuerzas destructivas.

Algunos especialistas sostienen que más allá del valor estratégico de la ciudad, el ataque buscaba machacar a los ciudadanos alemanes. "Clara e inequívocamente tenía como objetivo la población civil de una gran ciudad, que fue bombardeada de noche para conseguir su fin, descrito gráficamente en las palabras de sir Arthur Harris [comandante británico de la Operación Gomorra] de 'aplastar al Boche [apelativo despectivo aplicado a la población alemana], matar al Boche, aterrorizar al Boche'. Si la Operación Gomorra ya fue un acto inmoral, cuánto más lo serían Dresde, Hiroshima y Nagasaki", se pregunta el filósofo británico A. C. Grayling en Among the Dead Cities.

Tras la conmoción, que duró ocho días y siete noches, Nossack se sintió impelido a dar testimonio de la catástrofe cuanto antes. "Es cierto que ya han transcurrido tres meses desde entonces -escribió-, pero como la razón no alcanzará nunca a comprender lo que ocurrió ni a preservarlo en la memoria como un hecho real, temo que se vaya desdibujando poco a poco como una pesadilla". Las cifras de la Operación Gomorra serían luego trágicamente superadas por los bombardeos de Dresde, Hiroshima y Nagasaki, pero, como subraya Nossack, "Hamburgo fue la primera gran ciudad en ser aniquilada".



quinta-feira, 29 de julho de 2010

1970 - De Agamben para Arendt/ de Arendt para Agamben

Qual o limite para se dar publicidade daquilo que foi concebido para ser privado? Aqui se testa este limite, ao se dar visibilidade à correspondência ocorrida entre Giorgio Agamben e Hannah Arendt, em fevereiro de 1970, na qual ele, ainda um "jovem escritor e ensaísta", toma a liberdade de contactá-la e lhe mandar um ensaio que escrevera sobre a violência. Estas cartas foram "afanadas" do arquivo digital da Biblioteca do Congresso dos EUA, a partir de uma busca insana de referências bio-bibliográficas sobre Agamben e Arendt.

Rome, February 21st 1970


Dear Mrs. Arendt,

I had your adress from Dominique Fourcade, with whom I had the pleasure of attending the seminars of Heidegger in Provence in the Summers of 1966 and 1968.

I am a young writer and essayst for whom discovering your books last year has represented a decisive experience.

May I express here my gratitude to you, and that of those who, along with me, in the gap between past and future feel all the urgency of working in the direction you pointed out?

Cordially yours,

Giorgio Agamben


You will excuse if I take the liberty of enclosing an essay of violence which I should have been unable to wright without the guide of your books.


Giorgio Agamben, Piazza delle Coppelle 48, Rome (Italy)

-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x

February 27, 1970


Mr. Giorgio Agamben,
Piazza delle Coppelle 48
Rome, Italy


Dear Mr. Agamben,

It’s awfully nice to you to send me your paper, but I’m afraid it will take me quite a while to read it because my Italian is not just lousy, but almost nonexistent. Needless to say, I’m glad that you liked my books. Also, I’m glad to make acquaintance of a friend of Fourcade, and on more member of Heidegger’s seminars in Provence.

With kindest regards,


Yours,

Hannah Arendt


HA/rb

Cuando la política teme al intruso

En España y otros países vivimos más en una partitocracia, con políticos profesionales, que en una democracia. Eso no es bueno, aunque tampoco lo sea el populismo de 'independientes' a lo Berlusconi

JAVIER CALVO
Javier Calvo es escritor. Su última novela publicada es Mundo maravilloso (Mondadori).

No estoy descubriendo nada si digo que el régimen de partidos lleva un siglo perpetuándose gracias a un formidable arsenal de estrategias legales pero también -y sobre todo- retóricas. Un caso paradigmático es el tratamiento del tema de la abstención. Solo en la última década hemos tenido índices de abstención del 60% en países latinoamericanos donde el voto no es obligatorio y superiores al 55% en los comicios europeos de 2009 y en los regionales de países como Francia e Italia. Salta a la vista que esos niveles de abstención piden a gritos algo más que reajustes del sistema, y sin embargo los partidos juegan magistralmente al despiste. Por un lado generan campañas publicitarias institucionales "a favor del voto" en las que caracterizan al abstencionista como enemigo de la democracia. Por el otro lado implantan sistemas de recuento de votos donde la abstención constituye el principal soporte del régimen.
Probablemente el mayor éxito retórico de nuestra partitocracia sea el haber conseguido que en ningún lugar se debatan sus fundamentos. Y me refiero especialmente a sus dos fundamentos más perniciosos: la muerte del mandato libre y el monopolio de nominaciones. En el primer caso, la sumisión de los representantes a la disciplina de partido está asegurada gracias a las listas cerradas, a las que se accede haciendo méritos dentro del partido. El Parlamento queda así redefinido, citando a Leibholz, como el lugar en el que "se reúnen comisionados de partidos para dejar constancia de decisiones ya adoptadas en comités y congresos de partido".
La cosa es más escandalosa si pensamos que la Constitución Española prohíbe el mandato imperativo en su artículo 67, asumiendo que el sistema representativo evolucionará hacia ese mandato libre que defendían los pioneros de la democracia. Al mismo tiempo, el texto constitucional establece el sistema proporcional de listas de partido, que requiere del mandato imperativo, generando así la paradoja de que todas las leyes votadas en democracia son inconstitucionales. En cuanto a las nominaciones, la potestad única de los partidos permite excluir a los ciudadanos del derecho a ser electos y garantiza que las formaciones políticas puedan postular siempre para los cargos públicos a personas afines (esto también se agrava, claro, cuando el sistema de voto es por partido y no por candidato). Estas cuestiones están a la vista de todos pero no aparecen nunca sobre la mesa. Es otra cárcel retórica, esta vez por exclusión. Se trata del famoso efecto traje nuevo del emperador, tan frecuente en nuestras democracias.
Quiero concentrarme aquí, sin embargo, en una estrategia retórica en particular: la deslegitimación por parte de los partidos de la competencia de los ciudadanos que aspiran a cargos electos. En otras palabras, la censura de los políticos al intrusismo en política. Aunque se trata de un tema espinoso, por los muchos precedentes siniestros, también creo que esa censura traza una línea divisoria entre "político" y "ciudadano" que ahonda dramáticamente en la perversión del sistema democrático. Ya está claro que el ciudadano no puede presentarse a cargo electo sin estar en una formación política aprobada por el sistema. De lo que estoy hablando ahora es de cómo los partidos censuran a aquellos ciudadanos que desde esas formaciones desafían el componente oligárquico de su régimen.
El caso que ha atraído la atención en los últimos meses es el del ex presidente del Barcelona, Joan Laporta, que previsiblemente será candidato a las próximas elecciones a la Generalitat en las filas de Reagrupament, la escisión de ERC liderada por Joan Carretero. La irrupción de Laporta, con su perfil populista y su estela de éxitos, ha disparado las alarmas en los dos partidos a quienes puede robar votos, CiU y ERC. En público, tanto unos como otros le restan importancia, al mismo tiempo que engrasan su maquinaria de deslegitimación: "un saludo a la sombra" y "un suflé a punto de deshincharse" son dos de las lindezas que le han dedicado. En privado se extiende el miedo a los escaños que el intruso podría obtener, que las encuestas cifran entre cinco y una veintena.
No pretendo defender a un personaje tan turbio como Joan Laporta, pero sí cuestionar a quienes lo repudian. Hoy en día el intrusismo en política engloba dos fenómenos: uno son los ciudadanos independientes que se presentan a elecciones con partidos ad hoc que a menudo son meros vehículos para sus carreras personales. El otro son los ciudadanos sin carrera política que aprovechan su popularidad para presentarse en las listas de uno de los partidos tradicionales. Históricamente, la primera variante ha generado fenómenos de aglutinación del voto protesta contra el sistema de partidos, casi siempre desde posiciones populistas. Algunos anecdóticos, como los dos eurodiputados de la Agrupación Ruiz Mateos en 1989 o el bandolerismo del GIL en los noventa. Y otros menos anecdóticos, como la Forza Italia de Berlusconi o el ascenso del populismo autoritario "de izquierdas" de los Chávez y compañía. En todos estos casos, el recelo parece justificado. Las justificaciones históricas del sistema de partidos, desde la defensa decimonónica de los intereses de clase hasta la ley española de partidos de 1977, parecen plenamente vigentes, puesto que si la partitocracia actual es, como dice el filósofo Gustavo Bueno, una "deformación de la democracia", sigue siendo una deformación preferible a estas anomalías. Un caso algo distinto, aunque también ligado a cierto populismo, es el ascenso de activistas opositores (Havel, Walesa, Mandela) en la quiebra de regímenes autoritarios. Aquí el intrusismo, se supone, es tolerable por las circunstancias históricas excepcionales.
¿Qué pasa, sin embargo, cuando a esos intrusos no se les puede aplicar tan fácilmente la etiqueta del populismo? Como es sabido, en Estados Unidos los políticos no profesionales no ocupan el margen sino el centro mismo de la vida política, debido a las diferentes nociones que imperan allí de disciplina de partido, financiación de campañas y sistema electoral. El general Eisenhower, por ejemplo, no tenía carrera política previa a 1951, y sus escarceos previos no habían sido con el Partido Republicano sino con los demócratas. El actual alcalde de Nueva York, el empresario Michael Bloomberg, que jamás ha sido político, no es ni la mitad de populista que su predecesor Giuliani. Arnold Schwarzenegger es otro famoso parvenu, y ahí están sus desviaciones de la disciplina de partido y su política ambiental inédita. Hasta puede haber personajes como el senador Lieberman -candidato a la vicepresidencia con Al Gore y uno de los antiguos líderes de opinión de la cúpula demócrata- que siguen ocupando el primer plano de la política nacional tras abandonar la militancia por no identificarse con ninguno de los grandes partidos. Es obvio que el sistema norteamericano también tiene sus problemas, pero alguien como Lieberman supone un correctivo más que saludable a la tendencia de los partidos a monopolizar el acceso a los cargos públicos electos. Y sobre todo, ofrece un modelo de pensamiento no partisano, reminiscente de los antiguos crossbenchers británicos, que recupera en mi opinión muchos aspectos positivos de la democracia previa el enquistamiento del bipartidismo.
En nuestro país, las formaciones independientes han sido desterradas al ámbito de los pequeños y medianos municipios. Se da la paradoja de que, justo cuando nuestros partidos han alcanzado niveles abisales de legitimidad, han conseguido infundir en la mente del electorado la desconfianza hacia el político no profesional. Otra cárcel retórica. ¿Hay alguna salida a ella en el pensamiento político de épocas donde la brecha entre político y ciudadano no era tan profunda? Pienso en el magnífico discurso de despedida de George Washington, por ejemplo, con sus avisos sobre la tendencia peligrosa de los partidos a acaparar poder y vengarse de sus oponentes. O en las advertencias de Joaquín Costa, uno de nuestros pensadores más visionarios, cuando en la obra cumbre del regeneracionismo decimonónico, Oligarquía y caciquismo, hablaba de un régimen donde "en vez de subordinarse los elegidos a los electores, son estos los que están sometidos a los elegidos".

http://www.elpais.com/articulo/opinion/politica/teme/intruso/elpepuopi/20100729elpepiopi_12/Tes

¿Tienen derechos los animales?

ADELA CORTINA
Es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, autora de Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos, Taurus, 2009.

Las polémicas en torno a los toros, la caza del zorro, el trato a los animales de granja, de laboratorio, las exhibiciones en circos y zoológicos, el cuidado de los animales de compañía, han reavivado desde el último tercio del siglo pasado una pregunta que en el mundo occidental venía planteándose al menos desde el siglo XVIII: ¿tienen derechos los animales?
Así dicho, la respuesta no puede ser hoy más palmaria: sí, claro, tienen los derechos que les conceden las legislaciones de un buen número de países, que cada vez precisan más el trato que debe dispensarse a los animales; un trato que, como mínimo, exige no provocar sufrimiento inútil. Por poner un ejemplo, cualquier investigador sabe que, antes de experimentar con animales, debe cursar un posgrado para aprender cómo tratarlos, presentar su proyecto a un comité ético y seguir el protocolo correspondiente. Está bien claro, pues, que existe este tipo de derechos que se conceden a los animales para protegerles del maltrato.
Sin embargo, la pregunta "¿tienen derechos los animales?" suele referirse a una cuestión más complicada: si tienen un tipo de derechos similar a los derechos humanos, que no se conceden, sino que deben reconocerse. Los derechos humanos son anteriores a las voluntades de los legisladores y les obligan a reconocerlos y encarnarlos en las legislaciones concretas. No es lo mismo conceder un derecho, cosa que podría hacerse o no, que tener que reconocerlo. En esta diferencia nos jugamos mucho.
En cuanto a los hombres -mujeres y varones-, es ya una referencia la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 que, por primera vez en la historia, reconoce a todos los seres humanos derechos inalienables. Pero, ¿por qué los seres humanos tienen este tipo de derechos?
Ríos de tinta han corrido sobre este asunto tan complejo, pero en este breve espacio tal vez se pueda aventurar una respuesta convincente: porque los seres humanos tienen la capacidad -actual o virtual- para reconocer qué es un derecho y para apreciar que forma parte de una vida digna. Si los demás no se lo reconocen, tienen conciencia de ser injustamente tratados y ven mermada su autoestima. Por tanto, en el caso de que solo los seres humanos tuvieran este tipo de derechos, tendrían total prioridad en cuestiones de justicia. ¿Tienen los animales un tipo de derechos similar?
Como es sabido, en 1977 se proclama una Declaración Universal de los Derechos del Animal, que pretende equipararse a la de 1948. Se compone de 14 artículos, referidos fundamentalmente al derecho a la existencia, a la libertad, a no sufrir malos tratos y a morir sin dolor. ¿Por qué se supone que los animales tienen esos derechos? Las respuestas son diversas.
Tal vez porque Dios se los ha dado, como aseguraba en 1791 el presbiteriano Herman Daggett en su discurso sobre los derechos de los animales, llegando a afirmar: "Y no conozco nada en la naturaleza, en la razón o en la revelación que nos obligue a suponer que los derechos inalienables de la bestia no sean tan sagrados e inviolables como los del hombre".
Tal vez porque tienen capacidad de sufrir, como defiende el utilitarismo, pero aclarando que la capacidad de sufrir no es la fuente de derechos que se reconocen, sino de los que se conceden, como de forma diáfana afirma Peter Singer, que utiliza explícitamente el discurso de los derechos de los animales como arma política, porque no cree que existan, como tampoco los derechos humanos.
Por su parte, Martha Nussbaum asegura que los animales no humanos son "personas en sentido amplio" y por eso tienen derechos, afirmación poco creíble porque resulta imposible detectar en ellos autorreflexión, autoconciencia o responsabilidad, por muchas semejanzas que existan con los seres humanos.
Pero si acudimos, con Tom Regan, a la afirmación de que la vida es un valor que importa respetar, que no se debe maltratar a los seres valiosos, entonces no es necesario apelar a derechos para pedir para un ser respeto y cuidado: basta con que sea valioso.
Un buen cuadro no tiene derechos, pero es pura barbarie destrozarlo, porque tiene un valor. Un bosque hermoso tampoco tiene derechos, pero talarlo es mala cosa, a no ser por proteger algún valor más elevado.
Nos movemos en un mundo de seres valiosos y bueno sería educar en el respeto a lo valioso, en el cuidado de lo vulnerable, tanto más si esos seres tienen capacidad de sufrir. Aunque no puedan tener conciencia de derechos ni de deberes y por eso no se pueda decir que tienen derechos. El analfabetismo en esto del valor es una mala cosa, y una buena educación debería intentar erradicarlo.
Pero también debe enseñar a priorizar, a recordar cómo las exigencias de justicia que plantean los seres humanos están dolorosamente bajo mínimos. Cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que se propusieron en 2000. Proteger los derechos de los seres humanos es una tarea prioritaria.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Tienen/derechos/animales/elpepuopi/20100729elpepiopi_5/Tes

quinta-feira, 22 de julho de 2010

Laicidad positiva

PAOLO FLORES D'ARCAIS 01/07/2010

La "laicidad positiva" fue un hallazgo léxicoorwelliano con el que el presidente Sarkozy, en 2007, pretendía redimensionar la laicidad laica, la laicidad coherente, aunque podríamos decir incluso la laicidad sin adjetivos, de la tradición francesa. En la neolengua de 1984 de Orwell las palabras eran forzadas por el régimen del Gran Hermano para que llegaran a significar lo contrario de lo que siempre habían querido decir.
Por fortuna, desde el 26 junio de 2010 existe en Europa otra versión de "laicidad positiva", en la que el adjetivo "positivo" tiene efectivamente el significado de "positivo" (bueno, favorable, constructivo, ventajoso, leo en el diccionario de sinónimos). La interpretación auténtica del único sentido que en una democracia liberal puede tener la expresión "laicidad positiva" nos la han proporcionado los gendarmes belgas enviados por el ministerio fiscal de Bruselas a registrar las sedes de la Conferencia Episcopal y a secuestrar cualquier documento útil para llevar a juicio a los sacerdotes pederastas de ese país que habían escapado a la justicia.
Los obispos recibieron el mismo trato que habrían recibido los miembros de cualquier otra poderosa organización sobre la que pesara la sospecha de haber colaborado a que, durante décadas, unos peligrosos criminales se sustrajeran al imperio de la ley. En el curso de las nueve horas del registro les fue impedido salir del edificio y usar el teléfono móvil. Comunicar, en definitiva, con posibles cómplices.
Ningún demócrata puede hablar por lo tanto de "hecho inaudito y grave del que no existen precedentes ni siquiera en los regímenes comunistas de infausta memoria" si un obispo es tratado como cualquier otro ciudadano. Por el contrario, el cardenal Tarcisio Bertone -secretario de Estado de Benedicto XVII- lo ha hecho, ignorante de que en una democracia la ley es igual para todos. Ya había recibido una respuesta por adelantado del ex primer ministro belga, Yves Leterme, cuando recordaba que "quienes cometen abusos deben ser perseguidos y condenados según la ley belga" y añadía que las investigaciones "son la prueba de que en Bélgica rige la separación de poderes entre Estado e Iglesia". Leterme no es un "comunista de infausta memoria" sino un demócrata-cristiano. Para quien cuenta también la primera parte de la definición, a diferencia del cardenal Bertone.
Supone una posición de notable mezquindad, democráticamente hablando, la actitud de Rat-zinger, que interviene para echar un cable ("sorprendente y deplorable modalidad de registros", ha afirmado) al cardenal Bertone, precisamente mientras el portavoz de la Fiscalía de Bruselas rechazaba la agresión del cardenal con un perentorio "los registros han sido efectuados por profesionales que conocen a la perfección su trabajo y respetan los derechos de las personas".
Resulta evidente que la cuestión de la laicidad es hoy para Europa una cuestión central e ineludible. Para el Papa vale la lógica de que, cuando en algún asunto se ven implicados sacerdotes, "la justicia debe seguir su curso", pero "en el respeto de la recíproca especificidad y autonomía" de Estado e Iglesia. Frase en apariencia inocua, traducción burocrática del más elocuente "dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios", si no fuera por el hecho de que el Papa pretende ser quien decida si el Estado prevarica y cuándo. Pretende ser él, y no un tribunal civil, quien decida cuáles son las fronteras entre ambas jurisdicciones.
Se dir á, sin embargo, que no puede tratarse a los obispos de un país como "sospechosos" de complacencia o incluso de guardar la ley del silencio en relación a unos criminales (en este caso unos pederastas), y que el comportamiento de la justicia belga, por lo tanto, es "no se sabe si grotesco o innoble" (Vittorio Messori). Objeción francamente temeraria, dado el precedente del obispo de Bayeux-Lisieux, monseñor Pierre Pican, condenado a tres meses con la condicional por la justicia francesa por haberse negado a testificar sobre las actividades pederastas, por él conocidas, de un sacerdote de su diócesis, y que por esta actitud, propia de "ley del silencio", de "respetar la recíproca especificidad y autonomía" entre Estado e Iglesia, recibió, a través del cardenal Castrillón Hoyos, el encomio entusiasta y solemne de Juan Pablo II.
Precisamente mientras Bélgica (país tradicionalmente católico) explicaba con hechos lo que debe entenderse por "laicidad positiva", el Tribunal Constitucional alemán legalizaba definitivamente la eutanasia pasiva, anulando la condena de un abogado que había aconsejado a uno de sus clientes que arrancara el tubo del gotero de un pariente suyo a quien se mantenía con vida artificialmente y contra su voluntad. La Iglesia luterana ha aprobado la sentencia, no así la católica. Y en efecto, en un cuadro de laicidad realmente positiva el paso sucesivo -lógica y jurídicamente inevitable- es el derecho a la decisión soberana de cada persona acerca del final de su propia vida. En la católica Bélgica, al igual que en la protestante Holanda, ello ya es posible.
Bélgica, como han demostrado las recientes elecciones, vive un momento cargado de problemas políticos poco envidiables. Pero bajo el perfil de la laicidad, es indudable que hoy se harían necesarias más Bélgicas en todos los países de Europa.

Paolo Flores d'Arcais es filósofo y editor de la revista Micromega. Traducción de Carlos Gumpert.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Laicidad/positiva/elpepuopi/20100701elpepiopi_5/Tes

Judías contra la ortodoxia


Grupos de mujeres desafían el control de los varones ultraconservadores sobre el Muro de las Lamentaciones - La ley de conversiones, otro foco de conflicto

ANA CARBAJOSA - Jerusalén - 22/07/2010


Un grupo de mujeres judías se presentó a las siete de la mañana en el Muro de las Lamentaciones de la ciudad vieja de Jerusalén la semana pasada. Eran unas 150, ataviadas con chales y alguna que otra kipá y en seguida se pusieron a rezar y a cantar en voz alta. Aquel día había más policía que de costumbre. Las fuerzas de seguridad saben que cada mes, cuando hacen acto de presencia las mujeres del Muro, hay disturbios. La última vez fue más grave de lo habitual: Anat Hoffman, la líder del movimiento, terminó en comisaría por portar los rollos de la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia), una práctica reservada para los hombres en el mundo del judaísmo ortodoxo. Su detención ha derramado ríos de tinta en Israel, un país en el que las corrientes más progresistas del judaísmo pelean por hacerse un sitio frente al dominio ortodoxo. El debate de la ley que decidirá quién ostenta la autoridad para decidir sobre las conversiones al judaísmo ha terminado de calentar los ánimos entre las distintas corrientes que conviven en el país.
"Israel apoya a los ortodoxos como si fuera la única forma de judaísmo. La mayoría de los judíos del mundo no somos ultraortodoxos. Por eso, y porque en Israel los Gobiernos necesitan el apoyo de los partidos religiosos, les han dejado convertir el Muro en una sinagoga medieval", sostiene Hoffman por teléfono, poco después de terminar un interrogatorio de cinco horas en comisaría. "Dicen que estaba profanando el lugar, que cantar en alto y llevar la Torá en brazos es ilegal. ¿Quién decide qué es legal y qué no en este país?", se queja Hoffman, que explica cómo el Muro de las Lamentaciones ha sufrido una profunda transformación en los últimos años. En el pasado, dice, mujeres y hombres podían rezar juntos, pero ahora hay hasta tramos de acera reservados solo para los varones.
Las mujeres del Muro exigen algunos de los derechos que la ortodoxia reserva solo a los hombres. Quieren dirigir oraciones, leer de los rollos de la Torá, vestir el tallit -el manto de la plegaria- y cantar frente al Muro de las Lamentaciones como hacen los hombres. Sus aspiraciones les cuestan una dosis mensual de insultos y escupitajos por parte de los religiosos ultraortodoxos que acuden al muro, así como detenciones ocasionales como la de Hoffman.
Más allá de las prácticas concretas, este grupo aspira a un mayor papel para las judías de todo el mundo.
Junto a la detención de Hoffman, la discusión del nuevo proyecto de ley que regulará las conversiones al judaísmo ha contribuido a avivar tensiones entre las distintas ramas del judaísmo. Las corrientes más progresistas y buena parte de la diáspora estadounidense sostienen que el nuevo texto legislativo adjudicará el cuasimonopolio de las conversiones a los grupos ultraortodoxos, mucho más estrictos en sus exigencias a los futuros conversos. Las diferencias entre unos y otros grupos políticos es de tal envergadura que hace días que la prensa israelí especula sobre una ruptura entre los miembros de la coalición de Gobierno. Al margen de las tensiones internas, la norma ha puesto en pie de guerra a los judíos estadounidenses, lo que ha despertado temores existenciales en Israel. La comunidad judía estadounidense resulta vital a la hora de garantizar el apoyo incondicional al aliado israelí. Mientras en EE UU la mayoría de los judíos pertenecen a las corrientes reformistas o conservadoras, en Israel, la ortodoxia rige la vida religiosa. Al final, la votación del texto tendrá que esperar a que pase el verano.
La norma pretende solucionar un problema que lleva años coleando. Se trata de qué hacer con los más de 300.000 soviéticos que desembarcaron en el país, muchos de ellos en los noventa, y que pese a tener antecedentes judíos deben pasar por el proceso de conversión. Sin convertirse, no pueden casarse -en Israel no existe el matrimonio civil- ni tener, por ejemplo, un funeral judío. La conversión suele ser larga y costosa. En algunos casos, una vez completada, es revocada por las autoridades ortodoxas. Al margen de poner orden en este campo, la norma trata en el fondo de decidir quién tiene la autoridad en Israel para decir quién es judío y quién no.

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Judias/ortodoxia/elpepusoc/20100722elpepisoc_5/Tes

La Corte Internacional de Justicia dice que Kosovo no violó el derecho internacional al declarar su independencia

Serbia llevó el caso a máximo organismo judicial de la ONU al considerar ilegal la secesión de la que era su provincia.- Pristina no piensa rectificar y quiere sumarse a la UE
ISABEL FERRER - La Haya - 22/07/2010

La Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha indicado que Kosovo, la provincia serbia que declaró unilateralmente su independencia de Belgrado en febrero de 2008, no violó el derecho internacional y tampoco la resolución 1244 de Naciones Unidas (que regula el régimen administrativo de Kosovo), ni el marco constitucional. Según ha argumentado el presidente del tribunal de la ONU, Hisashi Owada, "el derecho internacional no contempla prohibiciones sobre declaraciones de independencia". Owada ha insistido en reiteradas ocasiones durante la lectura del fallo en la excepcionalidad del caso de Kosovo, inmerso en su día en las guerras de los Balcanes. Hasta hoy, 69 de los 192 miembros de Naciones Unidas habían reconocido a Kosovo como nuevo Estado. Entre ellos se encuentran Estados Unidos, Francia y Reino Unido. A Serbia la apoyan, entre otros, España, Rusia, China e India.
Serbia acudió a la CIJ por considerar Kosovo una parte inalienable de su territorio, "el alma misma de su patria". Por eso, calificó la independencia de contraria al derecho internacional. Según sus juristas, "quiebra el principio de integridad territorial". Formalmente, el régimen administrativo de Kosovo sigue regulado por la resolución 1244, de la propia ONU, que puso fin a la guerra de 1999. La misma, pedía a ambas partes el compromiso de buscar "una solución dentro de los límites serbios". Belgrado considera que ello garantiza la integridad de la República Federal de Yugoslavia (RFY), vigente hace una década, pero la CIJ ha estimado que "la asamblea de Kosovo tenía poder para tomar decisiones que afectaran a su orden legal". Kosovo ha presentado su separación como "la única forma de pacificar la región". El 90% de su población es étnicamente albanesa, y la limpieza étnica perpetrada por fuerzas serbias en su territorio, explica sus deseos independentistas. Aduce, asimismo, que la RFY desapareció en 2006, tras la independencia de Montenegro. No está, por tanto, obligada a contener su independentismo.
El tribunal de Naciones Unidas ha emitido finalmente un fallo contundente en favor de la declaración, pero el hecho de que no sea vinculante permite a los políticos soluciones como la barajada en círculos diplomáticos las últimas semanas. Consistiría en buscarle un estatuto especial al norte, y los alrededores de la ciudad de Mitrovica. Allí se concentra la mayoría de los serbios de Kosovo, y ha sido escenario de violentos choques interétnicos. De ponerse de acuerdo sobre este supuesto, solo Belgrado garantizaría la gobernabilidad del lugar. Para algunos expertos, aceptar en la comunidad internacional un Kosovo que haya declarado por su cuenta la independencia, franquearía el paso a separatismos de difícil encaje. De momento, la OTAN ha anunciado que mantendrá sus fuerzas de paz en el territorio.
A pesar del contencioso que les separa, tanto Belgrado como Pristina desean sumarse en el futuro a la UE, y han tratado de no lastimar dicha posibilidad. Prueba de ello es el esfuerzo diplomático de alto nivel efectuado en vísperas del fallo. Hasmin Thaci, primer ministro kosovar, viajó el martes a Estados Unidos, uno de sus mayores garantes. Su colega serbio, Bozidar Delic, se desplazó a Bruselas. El lado kosovar, de todos modos, saca fuerzas del compromiso de los países que ya han reconocido su independencia de no dar marcha atrás. Joe Biden, vicepresidente de Estados Unidos, ha confirmado "el apoyo de Washington a un Kosovo independiente, democrático y multiétnico, cuyo futuro está unido a las instituciones europeas y euroatlánticas".
En Kosovo, y durante toda la jornada, se encuentran en estado de alerta las tropas internacionales. Según el general Markus Bentler, de las fuerzas de protección de la misión de la OTAN, KFOR, "no hay motivos para pensar que haya amenazas". La cuestión de Kosovo, que suma hoy 1,8 millones de habitantes, supera con creces las guerras de los Balcanes. Se remonta a la derrota de sus tropas por el Imperio Otomano hacia 1389. Cinco siglos después, el fallecido ex presidente serbio Milosevic, recortó su autonomía. Para 1988 la guerra era ya abierta entre las tropas serbias y el Ejército de Liberación de Kosovo. Los 78 días de bombardeos de la OTAN para acabar con las luchas étnicas, le dejaron a Belgrado el control de una pequeña parte del territorio. Hace dos años, Kosovo declaró unilateralmente su independencia.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Corte/Internacional/Justicia/dice/Kosovo/violo/derecho/internacional/declarar/independencia/elpepuint/20100722elpepuint_2/Tes

sábado, 17 de julho de 2010

Cada vez más crecidos


FÉLIX DE AZÚA 17/07/2010

Fue el último en llegar, pero tiene todo el aspecto de ser el que va a quedarse durante más años. La primera edición seria de Walter Benjamin no comenzó a publicarse hasta 30 años después de su muerte (Gesammelte Schriften, Suhrkamp, 1972-1989); y nadie pudo leer su obra emblemática, Los Pasajes, hasta 1982. Era sólo un nombre cuando las cátedras, seminarios y revistas de filosofía europeos estaban tomados por el existencialismo sartriano y las disputas clericales sobre aspectos psicóticos del marxismo leninismo. En el mejor de los casos, por empeños hermenéuticos sobre Heidegger.
Hoy es todo lo contrario: aquel desconocido ha tomado el centro del escenario. Celebremos que en España la publicación de sus Obras Completas, gracias al sello Abada, ha llegado ya al quinto volumen, en el cual se incluyen algunos de sus escritos literarios como la Infancia en Berlín o la colección Imágenes que piensan en cuidada traducción de Jorge Navarro. Es la puerta ideal para visitar a Benjamin en sus más íntimas habitaciones.
La llegada de Benjamin a la universidad ha sido lenta y difícil, no sólo por el inmovilismo que los marxistas impusieron durante décadas en tantos departamentos, sino también por la singularidad del escritor alemán. Benjamin no es fácil de integrar en ningún espacio ortodoxo, pero tampoco en alguna heterodoxia que rinda beneficios en el reparto mercantil de los créditos universitarios. En efecto, tiene Benjamin una fuerte influencia de la teología hebrea, pero también del marxismo; es un romántico de primera generación, la de Novalis, pero también un defensor de la tecnología "nihilista"; es un tradicionalista con decidido arraigo en la continuidad y sin embargo el más inteligente analista y partícipe de las vanguardias del siglo XX. Instalado en la contradicción permanente, ni siquiera puede apelarse a una evolución que hiciera de él un adolescente primitivista que en la edad madura descubre el mundo de la seriedad, porque es justamente en la última etapa (por ejemplo en el célebre Sobre el concepto de historia, Libro 1, vol. 2 de Abada) donde se muestra más alejado del marxismo y del sociologismo adorniano, pero mediante un inesperado regreso al mesianismo judío. La incongruencia puede (y quizás debe) destruir a cualquier pensador, pero no es el caso de Benjamin. Cada uno de sus rostros está asentado sobre una poética acumulativa cuya razón de ser expuso en sus trabajos sobre el montaje cinematográfico y en el crucial experimento de Los Pasajes. La incoherencia acaba siendo su mayor virtud.
Hay, además, otro aspecto que no puede eludirse aunque parezca frívolo: junto con Wittgenstein, es el escritor de mayor adherencia sentimental entre lectores y estudiosos. Ambos, el vienés y elberlinés, poseen los atributos de la santidad laica. Wittgenstein por su altruismo, su austeridad, la novelesca estancia en Cambridge, los años eremíticos, su endiablado carácter. Una figura cinematográfica, sin duda. Pero Benjamin, con quien aún nadie se ha atrevido, es, si cabe, más instigador de identificación sentimental. Este hombre grueso, torpe, débil, incompetente, inofensivo, tuvo un final trágico que se ha contado mil veces, pero es imposible no repetirlo.
Cuando los nazis tomaron París, Benjamin se unió a un grupo de judíos que se proponía cruzar la frontera española para embarcar en Lisboa. Llevaba consigo una maleta que pesaba como si estuviera repleta de plomo. Nadie ha podido averiguar qué contenía. Sus compañeros, según el relato de una superviviente, le veían agotado, consumido, arrastrando por aquellas trochas pirenaicas un peso que les retrasaba y comprometía la vida de todos. Más de una vez los guías mercenarios amenazaron con dejarle atrás si no renunciaba a la maldita maleta, pero sus acompañantes impidieron que abandonaran a aquel pobre hombre, el cual, en cambio, les invitaba a continuar sin él. Cuando por fin llegaron a Port Bou el 26 de septiembre de 1940, se inscribió en la Fonda de Francia. Allí mismo se suicidaría unas horas más tarde, al constatar que los aduaneros rechazaban su entrada en España. Era un obstáculo burocrático que sin duda se habría podido arreglar (o comprar) en un par de días, pero Benjamin había alcanzado el límite. Tras su muerte se pierde para siempre el rastro de la maleta. El Ayuntamiento de Port Bou le dedicó un bello monumento que, según dicen quienes lo han visitado en los últimos años, se encuentra en un estado lamentable.
La vida de Benjamin, como su obra, tiene el sello de lo propiamente humano desnudo de toda arrogancia: la búsqueda infatigable de alguna certeza, la fascinación de lo novedoso, el respeto por lo pasado, la seducción de la utopía, el no menos engañoso atractivo de la trascendencia, el cavilar premioso de la filosofía junto con la estampida poética. Sus escritos son a veces cegadoramente lúcidos e inmediatos, pero en no pocas ocasiones tienen la opacidad de la poesía moderna y son apenas comprensibles. De manera que todo en Benjamin, vida y obra, es incoherente y caótico, pero también es la mejor cabeza que ha pensado sobre la incoherencia y el caos de nuestro tiempo. Sirva para ello un solo ejemplo, el de su trabajo más difundido en las universidades, el titulado La obra de arte en la época de su reproducción técnica (Libro 1, vol. 1 de la edición de Abada).
Bajo tan pomposo título se encuentra una de las más lúcidas reflexiones acerca del imperio de la tecnología sobre las artes y del uso que los regímenes totalitarios les estaban dando, es decir, su uso como arma de persuasión y propaganda. Sin embargo, y a pesar de la farragosa jerga marxistoide, el ensayo es también una primera y convincente defensa del arte democrático. Mucha gente puede creer que el adjetivo "democrático" tiene una connotación positiva porque se ha convertido en la religión política contemporánea, pero para Benjamin la democracia es tan sólo el mecanismo de control adecuado para una sociedad de masas enormemente potente y peligrosa. Dicho con simpleza: Benjamin es el primero en fundamentar positivamente el arte popular, el arte demótico, el arte "de la chusma" que todos sus compañeros sin excepción, comenzando por Adorno, execraban y atacaban despiadadamente desde el elitismo izquierdista.
La disputa llega hasta el día de hoy. No hace muchas semanas y con motivo del Mundial de Fútbol, uno de los últimos marxistas supervivientes, Terry Eagleton, publicaba un artículo que parecía escrito hace 40 años. En él acusaba a los aficionados al fútbol ("el populacho", los llama) de haber sido devorados por el fascismo y al espectáculo mismo lo tachaba de "opio del pueblo", como en vida de Engels. Daba risa, pero esa era la posición de la izquierda en la época de Adorno, cuyos artículos sobre música también nos hacen sonreír, sobre todo cuando se refieren a la música popular, el jazz o la "música de cine".
Frente a esta posición reaccionaria, Benjamin no tenía la menor duda sobre lo inevitable de un arte popular y democrático en una sociedad tecnificada. Evidentemente él lo imaginaba en la senda del constructivismo ruso y el teatro de Brecht, pero también en la del cine de Hollywood donde Brecht ejercería de guionista. Yo creo que si Benjamin viviera en la actualidad, antes tomaría la senda de Zizek y sus análisis sobre las series de televisión que la de Eagleton y su episcopal excomunión de las masas.
Así que desde el puerto del siglo XX los viejos filósofos nos despiden agitando pañuelos. La nave del siglo XXI se aleja lentamente y sobre la cubierta nosotros, supervivientes efímeros, contemplamos el muelle. Vemos cómo van mermando las figuras y buscamos con la mirada a Sartre, a Russell, a Luckacs, a Scheler, a Dilthey, a Husserl.
Advertimos entonces un fenómeno inquietante: algunos empequeñecen más rápido que otros, pero también los hay que en lugar de menguar crecen. Entre los que crecen a gran velocidad se divisa un hombre gordo, con gafas y pantalones gastados, que acaba de perder el cuaderno donde estaba anotando algo sobre la brillante superficie de las aguas y la estela del navío que se aleja fatalmente, ineludiblemente. Estela que persiste unos minutos y luego también desaparece.


http://www.elpais.com/articulo/opinion/vez/crecidos/elpepuopi/20100717elpepiopi_4/Tes
La CPI tropieza en la primera piedra


Los problemas del 'caso Lubanga' ponen en entredicho la reputación de la Corte Penal Internacional

ISABEL FERRER - La Haya - 17/07/2010

Debería haber sido ser el caso que marcara un punto de inflexión en la aplicación de la justicia internacional, por convertir el uso de niños soldado en un crimen de guerra. Sin embargo, los problemas del proceso seguido en la Corte Penal Internacional (CPI) contra Thomas Lubanga, acusado de lanzar a la batalla a menores de 15 años, pueden dar al traste con un esfuerzo de décadas.
Debería haber sido ser el caso que marcara un punto de inflexión en la aplicación de la justicia internacional, por convertir el uso de niños soldado en un crimen de guerra. Sin embargo, los problemas del proceso seguido en la Corte Penal Internacional (CPI) contra Thomas Lubanga, ex líder rebelde congoleño de la etnia hema (pastores) acusado de lanzar a la batalla contra sus rivales lendu (agricultores) a menores de 15 años, pueden dar al traste con un esfuerzo de décadas. El que fuera presentado por la Fiscalía como responsable de robarle la infancia a sus propios compatriotas está a un paso de salir libre por un problema de procedimiento nada desdeñable.
Si el fiscal jefe, Luis Moreno Ocampo, no desvela ante los jueces la identidad de un testigo protegido, Lubanga tiene los días contados en su celda de La Haya, sede de la Corte. Mientras se ultima un recurso para impedirlo, el acusado calla. Sus señorías, por el contrario, se han mostrado implacables. Liberarán al reo si consideran que no pueden garantizarle un juicio justo.
En realidad, no tienen otro remedio. Puede que la justicia internacional tenga un aura especial, con sus sedes exóticas y la fama de algunos de sus juristas, como la ex fiscal Carla del Ponte, acusadora del ex presidente serbio Slobodan Milosevic. Pero sus procesos no difieren tanto de los de un juzgado ordinario. Con las excepciones propias de cada estatuto interno, tribunales como los de la antigua Yugoslavia, Ruanda o Camboya, y desde luego la Corte Penal, la única permanente contra el genocidio, tienen la misma obligación: garantizar un proceso imparcial.
Y eso es lo que parece estar embarrando el caso contra Lubanga, antiguo líder de la Unión de Patriotas Congoleños. En 2009, nada más abrirse el caso, los jueces ya advirtieron a la Fiscalía que tendrían que decretar la libertad del reo, "si no presentaban unos documentos con información posiblemente exculpatoria". El problema se solucionó. Lo de ahora es más delicado aún. La integridad del testigo anónimo, que Moreno Ocampo invoca como obligación suprema, no puede ponerle en situación de desacato a la Corte. Por eso su equipo prepara la demanda contra la puesta en libertad del acusado. Un feo embrollo, cuando todo había empezado con expectación. El fiscal acusó a Lubanga de haber usado niños como escudos humanos. Como cocineros, portadores, espías, asesinos, o bien esclavos sexuales. Él dice que es un político y no un soldado. Sus letrados, que los niños soldado (Naciones Unidas cuenta hasta 30.000 entre 2002 y 2003) "eran un fenómeno aceptado por todas las partes en conflicto en Congo desde 1960". El plazo de interposición del recurso del fiscal es de cinco días.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/CPI/tropieza/primera/piedra/elpepuint/20100717elpepiint_8/Tes

sexta-feira, 16 de julho de 2010

La CPI ordena la liberación de Thomas Lubanga, ex guerrillero del Congo

Está acusado de reclutar niños soldados.- Los jueces han decidido que no podrá tener un juicio justo.- No saldrá a la calle si la acusación apela en el plazo de cinco días
ISABEL FERRER La Haya 15/07/2010

La discrepancia de pareceres entre Luís Moreno Ocampo, fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), y los propios jueces, puede desbaratar el primer proceso de la historia abierto contra el reclutamiento de niños soldado. La sala que juzga a Thomas Lubanga, ex líder de la Unión de Patriotas Congoleña, acusado de forzar a menores de 15 años a luchar en la guerra civil que asoló el país (1999-2003), ha ordenado su puesta en libertad. Adrian Fulford, el juez titular, considera imposible que tenga un juicio justo. La defensa no ha visto una serie de documentos que podrían acabar exculpándole. En especial, la fiscalía se resiste a acatar la orden de desvelar la identidad de un testigo esencial. Aduce que corre peligro de muerte y su deber primordial es protegerlo.
Los jueces consideran garantizada su seguridad, y recuerdan que no puede sostenerse una acusación sobre unas declaraciones imposibles de contestar por parte de la defensa. De modo que han decretado la liberación de Lubanga. Con alguna reserva. Seguirá encerrado si la fiscalía presenta, en el plazo de cinco días, un recurso de apelación. Tampoco dejará la celda hasta que le acoja un país, en virtud de los acuerdos del Estatuto de Roma, texto fundacional de la Corte.
De 50 años y licenciado en Psicología, Thomas Lubanga es miembro de la comunidad hema. La guerra de Congo se cobró unos 4 millones de vidas y tuvo carácter interétnico. Entre 2002 y 2003, periodo por el que está imputado, los hombres de su Unión de Patriotas luchaban en la región de Ituri, situada al noreste. Sus rivales eran los lendu. Los niños soldado alistados "fueron arrancados de sus familias o captados en caminos y escuelas". "Estaban obligados a matar a todos los civiles considerados enemigos, mujeres, niños y ancianos incluidos. También les forzaron a saquear y violar". Así lo relataron seis testigos presentados por los fiscales. Todos ellos llevaron en su día el mismo uniforme de miliciano. La zona de Ituri, rica en minas de oro, se convirtió en un escenario ocupado por los Gobiernos de Ruanda y Uganda, además del Ejército de Congo.
El pliego de cargos leído en 2009, al inicio del proceso, por Moreno Ocampo, añadía aún otros detalles al enrolamiento forzoso. "Los chicos utilizados por Lubanga fueron violados. Las niñas eran esclavas sexuales de los comandantes guerrilleros. Este es uno de los peores crímenes contra la infancia. Si es condenado, espero que se contemple la pérdida de una generación entera de menores congoleños. Pediré una pena muy severa o próxima a los 30 años. La máxima posible", dijo entonces.
Unas palabras demoledoras, que contrastan con la nota recién emitida por la Sala I de la CPI, encargada del caso. Muy dura con la fiscalía, recuerda que ésta no puede asumir competencias que no le son propias. Que está sometida a la ley y debe cumplir las órdenes de los jueces. Que la protección de los testigos invocada ha sido garantizada por la Corte, y no es posible ocultarle documentos esenciales a la defensa. Y, en definitiva, que no puede dictarse resolución alguna sin garantizarse antes un juicio justo al reo.
Lubanga ha negado siempre los hechos. Se presenta como un político castigado por la comunidad internacional por no haber permitido que las firmas extranjeras explotaran la riqueza mineral de Congo. En su tierra hay oro y diamantes, cobre, cobalto, zinc y coltán, usado en telefonía móvil y electrónica. A pesar de la presencia de Naciones Unidas, las organizaciones humanitarias señalan que los saqueos de materias primas continúan. En cuanto a los grupos rebeldes, les ayudarían mafias internacionales, tanto africanas como occidentales.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/CPI/ordena/liberacion/Thomas/Lubanga/ex/guerrillero/Congo/elpepuint/20100715elpepuint_10/Tes

quarta-feira, 14 de julho de 2010

Tras los pasos del cabalista de Praga

En Praga nació, producto de las palabras y del barro, el primer humanoide de la historia: el Golem. Mucho después de su muerte, su creador, el gran rabino Judá Loew Ben Bezalel (1512-1609), sigue inspirando temor


MAREK HALTER
Pintor y novelista francés de origen polaco. Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

En Praga, delante del viejo ayuntamiento judío, se erige la imponente estatua del gran rabino Judá Loew Ben Bezalel (1512-1609), conocido como MaHaRaL, el Cabalista.
La estatua tiene más de un siglo. Nadie se atrevió a destruirla, ni los nazis, ni los soviéticos, ni siquiera los grafiteros de nuestros días. Ahí está, inmutable, protegida por su propia leyenda. Durante el proceso Slánský, interpuesto en 1952 por el poder estalinista contra los espías y los cosmopolitas -es decir, los antiguos dirigentes comunistas de origen judío-, el Gobierno dispuso una guardia ante el monumento para protegerlo de posibles agresiones antisemitas. ¿Por qué esta excepción? Por miedo a una maldición. Aquí nació, producto de las palabras y del barro, el primer humanoide de la historia: el Golem. Mucho después de su muerte, su creador sigue inspirando temor.
Los praguenses cuentan que, en 1941, Heydrich, recién nombrado gobernador adjunto del Reich en Bohemia-Moravia, le propuso a su amigo Himmler utilizar la fuerza del Golem para ganar la guerra. Apasionado por el esoterismo, Hitler lo aprobó. Solo quedaba descodificar las fórmulas cabalísticas que habían hecho posible la aparición del prodigio, una noche del año 1600, ante una muchedumbre congregada al pie de la sinagoga Vieja-Nueva de Praga.
Por aquel entonces, Europa estaba en llamas: católicos y protestantes se hacían la guerra. Todo los separaba, excepto su odio hacia los judíos. Las persecuciones antisemitas se multiplicaban. Los judíos se dirigieron a su rabino en busca de protección. Este dudó y luego hizo que le trajeran miles de cubos con arcilla procedente de la orilla del río Moldava, que atraviesa la ciudad. El rabino modeló con ella una enorme forma de contornos casi humanos y le insufló la vida. Y así nació el Golem, pura fuerza sin boca, pues el Verbo solamente les corresponde a los hombres. Esta especie de bomba atómica intimidó a los antisemitas, pero podía volverse contra sus creadores de la noche a la mañana.
El monstruo de arcilla garantizó la seguridad de la ciudad judía y restableció la paz y el bienestar. Después, el Golem dejó de tener utilidad y se vio relegado a trabajos de construcción y tareas vulgares. Los niños se burlaban de él. La gente lo insultaba. Un día el Golem se rebeló y destruyó todo lo que encontró a su paso. Alertado, su creador, el gran rabino Loew, tuvo que quitarle la vida a su obra: el Golem volvió a ser barro. Los habitantes de la ciudad, presa de remordimientos, transportaron ese barro hasta el sótano de la sinagoga Vieja-Nueva, la más antigua de Europa.
Para devolverle la vida a ese montón de arcilla, el nazi Heydrich organizó una unidad denominada "comando Golem". Su objetivo: encontrar a los últimos oficiantes de la sinagoga y, si era necesario, torturarlos para obtener las fórmulas necesarias para su resurrección.
Según los praguenses, el comando obtuvo la información que buscaba. Pero, como explica rabí Haim, guardián de la sinagoga, "al no poder descubrir la melodía que acompañaba las palabras pronunciadas por el MaHaRaL", no consiguió realizar el sueño de Hitler. Arno Parik, conservador del Museo Judío de Praga, cita a David Gans, testigo del prodigio: "Nadie, salvo el MaHaRaL, fue lo bastante puro como para conocer este secreto de la Cábala".
MaHaRaL, el gran rabino Loew, nació en 1512 en Worms, a orillas del Rin. Llegó a Praga a una edad avanzada y a petición de la comunidad judía y del emperador romano germánico Rodolfo II. Allí permaneció como gran rabino hasta su muerte a los 97 años, en 1609. Cabalista reputado, Loew era también un apasionado de la Filosofía y la Astronomía. En Praga entabló amistad con Tycho Brahe y Johannes Kepler, los dos famosos astrónomos que, al mismo tiempo que Galileo y siguiendo a Copérnico, probaron que no solo la Tierra giraba alrededor del Sol, sino que una multitud de sistemas solares y planetas poblaban el cielo infinito. Para los cabalistas no fue una revelación. El Zohar, o Libro del esplendor, obra emblemática de la Cábala, redactado, según se cree, en la España del siglo XIII por Moisés de León, ya hablaba de ello. Para los gentiles, en cambio, este descubrimiento fue fulminante. Desde la noche de los tiempos, los hombres estaban convencidos de que la Tierra era el centro del Universo. Entre Dios y los hombres, había una simple relación vertical: el hombre estaba abajo; el Señor, en los cielos. Pero si el espacio que había por encima de nuestras cabezas, ese espacio reservado a Dios, contaba realmente con una infinidad de astros y planetas, ¿dónde se encontraba Su morada? MaHaRaL responde: en el lenguaje. ¿No nos ha sido dicho que en el principio era el Verbo?
Todo el mundo se acercó entonces a la Cábala. Su extraña anticipación de este descubrimiento esencial le valió un interés repentino y desenfrenado que desbordó los ambientes judíos.
Para mí, nativo de Varsovia, hollar las calles en las que el Golem cobró vida era una aventura extraordinaria. Uniendo mis pasos a los pasos del MaHaRaL cumplía un sueño de infancia, raro privilegio. Pronto descubrí asombrado que el antiguo barrio de Praga permanecía intacto, que sus sinagogas, su ayuntamiento y sus cementerios seguían ahí. Eso me dejó perplejo: mi ciudad, la ciudad judía de Varsovia, desapareció completamente.
¿Por qué los nazis respetaron Praga? ¿Por miedo a MaHaRaL y al Golem? El mismo Goethe visitó la sinagoga Vieja-Nueva de Praga antes de escribir El aprendiz de brujo. El Golem de Gustav Meyrink (1915) fue uno de los primeros best seller de la literatura mundial. Por otra parte, la fascinación que los judíos ejercían sobre Heydrich era tal que hizo que la Comisión de Evaluación Racial le extendiera un certificado que probaba su pureza de sangre: "Ni sangre de color ni sangre judía". Siempre llevaba ese documento junto al corazón; también aquel 4 de junio de 1942 en que la resistencia checa consiguió abatirlo. Sin embargo, antes había tenido tiempo para presentarle su proyecto a Hitler: convertir el barrio praguense de Josefov en el "museo exótico de una raza extinta".
Ya que era peligroso tocar la Praga judía a causa del MaHaRaL, demiurgo del Golem, ¿por qué no convertirla en una especie de Jurassic Park en el que las generaciones futuras pudieran contemplar las huellas de un pueblo maléfico borrado para siempre de la faz de la Tierra? En el número 1 de la calle Staré Školy, en un hermoso edificio modernista de la antigua judería de Praga, se encuentra el Museo Judío. Su historiador, Arno Parik, me explica que "bajo control de los nazis, 40 empleados trabajaban 12 horas al día para refundar un museo en lugar del nuestro -cerrado en 1939- que abriría sus puertas el 3 de agosto de 1942. Para ello, catalogaron más de 200.000 objetos".
En aquella época, cerca de 120.000 judíos vivían en Praga. Hoy, apenas son 1.700. Su barrio sigue como entonces, con sus "rincones oscuros, pasajes secretos, ventanas condenadas, patios sucios, cervecerías ruidosas y albergues siniestros", como lo describe Kafka. ¿Salvado por el miedo que ejercía y sigue ejerciendo el cabalista de Praga? Al amparo de la Sinagoga Klausen, la escuela del MaHaRaL, descubro el viejo cementerio judío. Miles de tumbas. Más de 12.000. El tiempo ha producido múltiples fisuras en la imponente piedra bajo la que reposan el gran rabino Loew y su esposa Perl.
No me hubiera gustado abandonar Praga sin volver a ver al MaHaRaL. Pero, siguiendo la vieja máxima yiddish, "no preguntes nunca tu camino a alguien que lo conozca, pues podrías extraviarte", me pierdo. Le he dado la espalda por error a la estatua del gran rabino Loew y vuelvo a encontrarme ante la casa de Kafka, en el 2 B de la calle Cihelná. Aquí, nada parece haber cambiado. A excepción de un café en la planta baja -el Café Franz Fafka, claro está- y de una tienda en la que venden bolígrafos con la efigie del escritor y figurillas de terracota representando al Golem.
Una pareja de ancianos duda entre el bolígrafo y la estatuilla. Finalmente, compran 20 Golem de una vez; "son para regalar", explica el señor del pelo blanco en un inglés con fuertes resonancias germánicas. Luego, volviéndose hacia mí con el pequeño Golem en la mano, añade: "Será mi amuleto". Yo me digo que tal vez no sea mala idea y también compro algunos.

sexta-feira, 9 de julho de 2010

Sucedáneos de la verdad

A Felipe Gómez Muñoz,

por la llamada de siempre, que no recibiré hoy.


Cuando la obra poderosa de Aristóteles fue siendo conocida a lo largo de la Baja Edad Media, algunos pensadores descubrieron sorprendidos que ciertas conclusiones que obtenían aplicando la razón al conocimiento de la naturaleza diferían de las que obtenían a partir de los libros sagrados y la fe. La ciencia les mostraba cómo se comportaba la naturaleza, pero el libro relataba acontecimientos que ignoraban esas pautas de comportamiento. Como ambas cosas, sin embargo, fueron tenidas por verdaderas, deslizaron en el pensamiento la teoría de la "doble verdad". Habría así, según ellos, verdades de razón y verdades de fe y, si se diera el caso de que unas y otras fueran incompatibles, se saldría del dilema dejando en suspenso el principio de no-contradicción: aunque una de las afirmaciones entrara en contradicción con las otras, ambas serían, sin embargo, verdaderas.
Durante algún tiempo se atribuyó este subterfugio al filósofo hispano-musulmán Averroes, pero era una apreciación equivocada. Él apostó siempre (como algunos más, entre los que estaba Tomás de Aquino) por la necesidad de hallar la coherencia entre unas y otras verdades. Hubo otros, sin embargo, que se aferraron a la verdad religiosa e impugnaron la otra, desatando así una deplorable cruzada contra la ciencia que todavía perdura en algunas actitudes sectarias.
La verdad religiosa se pretende siempre firme e irrefutable, y añade con ello a quien la mantiene una gran dosis de obstinación. La verdad científica, por el contrario, se ve a sí misma como interina y revisable, y acepta con modestia ser alterada por la razón. Por ello, la verdad religiosa, impenetrable al razonamiento, puede acabar por suponer presuntuosamente que la otra verdad es un puro y simple espejismo.
Esta idea de ignorar una verdad por tenerla por una mera apariencia con la que no hay que contar, ha tenido también su hueco en el mundo del derecho. Unas veces con buenas razones y otras con razones espurias. Entre las primeras está esa directriz actual que ordena excluir de la consideración judicial las pruebas obtenidas en violación de derechos fundamentales.
Parece con ello establecer también una especie de teoría de la doble verdad, una verdad procesal o jurídica y una verdad real o fáctica que pueden entrar en contradicción. Esto no deja de tener un cierto parecido con lo que sucedía en el mundo de las creencias religiosas, porque el juez, como el creyente obstinado, ha de ignorar la verdad real y estar únicamente a la verdad jurídica. Y ello aunque la verdad de los hechos, como antaño la verdad científica, siga ahí impertérrita sugiriendo con su mirada precisa que, diga lo que diga la construcción puramente jurídica del juez, lo que estamos haciendo es ignorar lo que verdaderamente ha sucedido. Esto suena extraño, y creo por ello que los juristas debemos ofrecer a la opinión una explicación suficiente de ello.
Comencemos por recordar que hay una diferencia entre la fe religiosa y el derecho que a veces se oculta deliberadamente. Mientras la verdad religiosa trata de competir con la verdad científica, es decir, trata de ser más verdadera que ella, la verdad jurídica no pretende presentarse a sí misma como la auténtica verdad. En el derecho sucede en esos casos algo que hay que entender de otro modo. Los procedimientos judiciales no están ahí solo para tratar de encontrar la verdad, sino para perseguir también resultados y objetivos de otra naturaleza: garantizar la dignidad humana, los derechos de los ciudadanos, el bien común o la paz social. Y para ello, a veces, resuelven ignorar la verdad. No es que traten de suplantarla por otra, sino que la dejan de lado, la olvidan, la abandonan. Si una verdad se ha obtenido mediante procedimientos que hieren la dignidad humana o atentan contra ciertos derechos individuales, entonces el orden constitucional prefiere ignorarla.
Es muy importante, sin embargo, que se caiga en la cuenta de que el derecho no se pronuncia en estos casos sobre si lo que ha sucedido es o no es verdad, sino solo sobre si lo que ha sucedido es o no relevante para el procedimiento judicial. Los hechos obtenidos mediante violación de derechos fundamentales están ahí, a veces incluso los podemos oír o ver en una grabación fiable, y nadie, por ello, podría pretender que no han sucedido así. Pero eso no importa, porque si los aceptáramos como verdad pondríamos en peligro otros valores y fines que también forman parte del derecho. Y en ese caso, preferimos no tomarlos en cuenta para defender lo importante.
Cuando sucede algo así, puede resultar que quienes han sido responsables de esos hechos no sean considerados tales desde el punto de vista del derecho. Han realizado, efectivamente, unos hechos, pero jurídicamente no son tenidos por responsables de ellos. Los abogados serios, como lo era mi viejo amigo Felipe Gómez, han sabido siempre el porqué de su obligación de defender estos principios, pero todos sabemos que entre los abogados también los hay enredadores y rábulas. Y son estos los que se prestan enseguida a sacar partido de esta aparente paradoja: su estrategia consiste en poner en cuestión la calidad de las pruebas para proceder después a negar la realidad, consiguiendo con ello liberar a sus clientes cualquiera que sea la fechoría que hayan cometido.
Si son los políticos los que se cubren con el antifaz del enredador y del rábula, cosa que no es infrecuente, esta deplorable estrategia se exagera todavía más. Lo que entonces tratan de vender para el consumo del público es que, dado que el juez no admite tales pruebas por haber sido obtenidas en violación de derechos fundamentales, entonces, directamente, los hechos no han sucedido y, en consecuencia, sus amigos no pueden ser culpables y las imputaciones tienen que ser falsas. Tratan así, como los viejos teólogos obstinados, de sustituir la verdad real por su verdad ficticia.
Pero, claro, lo que el derecho nos dice en estos casos no tiene nada que ver con la averiguación de la verdad. Los hechos están ahí, han sucedido y son verdaderos, y quienes los han llevado a cabo son responsables de haberlo hecho. Lo que sucede sencillamente es que, para defender otros valores más importantes, el derecho no los toma en cuenta y, solo desde esta perspectiva, no los declara jurídicamente relevantes. Pero eso no significa que tales sujetos no hayan hecho lo que hicieron, y que no tengan que asumirlo como sujetos morales y como actores políticos. Desde el punto de vista de la responsabilidad jurídica hemos de pasarlo por alto en beneficio de algunos bienes superiores, pero no tenemos que dejar por ello de considerarlos moralmente responsables y, en su caso, exigirles la correspondiente responsabilidad política.
Es este un supuesto en el que el derecho dibuja con precisión el límite entre la responsabilidad jurídica y otros tipos de responsabilidad. Y lo que hay que tener claro es que el que alguien no pueda ser procesado o condenado por unos hechos no quiere decir que no sea un indeseable desde el punto de vista moral, alguien al que una mínima asepsia institucional debería obligar a abandonar su carrera política.


Francisco J. Laporta es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Sucedaneos/verdad/elpepuopi/20100709elpepiopi_4/Tes