terça-feira, 26 de outubro de 2010

Amar la duda

MANUEL CRUZ - Catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona y premio Espasa de Ensayo 2010 por su libro Amo, luego existo. Los filósofos y el amor.

Al ignorante, por su condición de tal, todo debería sorprenderle y, sin embargo, nada parece venirle de nuevas. Pensaba en esta sencilla idea hace algún tiempo, mientras veía distraídamente un programa de la televisión pública catalana dedicado a las novedades semanales de la cartelera cinematográfica de Barcelona. Tras informar de una película (juraría que sobre vampiros) dirigida primordialmente al público adolescente, el programa incluía un reportaje realizado a la salida del cine en el que se proyectaba el filme en cuestión. Las opiniones que, en caliente, manifestaban los espectadores no llamaron mi atención hasta que terminé por darme cuenta de algo que tendía a repetirse, y que me desconcertó levemente. Los espectadores de mediana edad eran proclives a destacar de lo que acababan de ver los aspectos que habían encontrado diferentes o nuevos. Los más jóvenes, en cambio, no paraban de repetir -con un cierto aire de suficiencia, no exenta de un rictus de ligero fastidio (ya saben: elevación del labio superior por uno de sus extremos)- la expresión "lo típico", para resaltar el escaso impacto que les había causado la película.

Descartada la hipótesis de que todos aquellos jóvenes fueran rematados cinéfilos con un profundo conocimiento de la historia del séptimo arte (hipótesis que debería complementarse con la de que los adultos habían sido seleccionados por su entusiasta ignorancia acerca del mismo asunto), la pregunta que de forma casi inevitable parecía surgir era la del origen de lo que daba toda la impresión de ser una tenaz resistencia por parte de los adolescentes entrevistados a dejarse sorprender. Resistencia que parecía contradecir el tópico de la infatigable curiosidad como rasgo constitutivo de las edades más tempranas, de igual modo que pone en cuestión el que considera el resabio escéptico como la determinación más característica de la madurez.

Confieso que me entristeció la imagen de aquellos jóvenes empeñados en mostrarse como si estuvieran de vuelta de todo. Quizá hubieran mudado su actitud de saber que un joven resabiado es lo más parecido a un anciano que apenas hubiera vivido, que tuviera un pasado perfectamente vacío, y que, sin embargo, no dejara de apelar a la autoridad de la experiencia acumulada a sus espaldas. Pero vivir significa tener una determinada relación con lo que nos va ocurriendo, y eso no es algo que nos venga dado, con lo que podamos contar de antemano: necesitamos la colaboración de quienes nos precedieron en el uso del pensamiento y de la vida, y que tuvieron la generosidad de dejarnos el regalo del destilado teórico de su experiencia. Y, es curioso, casi todos, desde Sócrates, coincidieron en algo: la pasión teórica es la chispa que salta cuando entran en contacto la conciencia de nuestra oceánica ignorancia y nuestra inagotable curiosidad. Con otras palabras: la desesperada avidez por entender lo que nos pasa constituye, sin duda, uno de los mejores legados que les podemos dejar a las generaciones futuras.

Todo lo contrario, como fácilmente se deja ver, de ese modelo de joven modelado con la forma de lo existente, diseñado para enfundarse en lo real como en una segunda piel (ya saben: eficiente y eficaz, rentable, competitivo, ambicioso, seguro de sí mismo, etcétera.), que al gunos parecen empeñados en intentar producir. Perfectamente insustancial e irreprochablemente adaptativo.

¿Son estas las personas que podrían mejorar lo que ahora hay? Se equivocan nuestros responsables políticos (tanto nacionales como autonómicos, por descontado) y todos aquellos que tienen poder para tomar decisiones acerca de lo que deben saber y cómo deben ser quienes hereden nuestro mundo si piensan semejante cosa. Así solo conseguirán niños-viejos como los aludidos al principio: tan satisfechos consigo mismos como incapaces del menor estupor, de la más mínima perplejidad.

Pero si tales responsables aspiran a algo diferente, si conservan algo de aquel anhelo de transformación que antaño declaraban que constituía el norte de sus vidas -y que ahora, cuando son invitados a echar la vista atrás, evocan como el motivo fundamental de su dedicación a la política- lo tienen muy fácil: lean filosofía y promuevan su lectura entre los jóvenes. Por un motivo bien sencillo: no van a encontrar gente tan sólidamente ignorante como los filósofos. Por eso son de fiar.

Obsérvese que intento no reincidir en la retórica, tan cara a muchos de mis colegas, según la cual constituimos algo parecido al último baluarte del pensamiento crítico occidental ante la ofensiva homogeneizadora del mundo globalizado y la imparable banalización de la sociedad de consumo. Hace mucho que recelo de las enfáticas proclamas a favor de la capacidad del discurso filosófico para impugnar la totalidad de lo existente, sobre todo cuando las escucho en boca de según quienes, tan poco implicados hasta el presente en transformaciones radicales de ningún tipo.

Me conformaría con que los filósofos fuéramos capaces de difundir actitudes más favorables hacia el pensamiento, hacia la reflexión, o hacia la duda sin más. Y que lo hiciéramos movidos por la clara conciencia de que es mucho lo que se encuentra en juego en esta batalla.

Nadie se llame a engaño respecto al signo de las afirmaciones precedentes. No hay en ellas sombra alguna de corporativismo, ni, menos aún, de esa específica variante de deformación profesional que es la querencia por lo especulativo como un fin en sí mismo. Horkheimer, en su momento, nos advirtió de una inquietante posibilidad que ha terminado por tornarse en amenazante peligro o, tal vez peor, en cruda descripción del lugar en el que estamos. Escribió esta sencilla máxima: "El desprecio por la teoría es el inicio del cinismo en la práctica".

Los llamados a decidir me admitirán el consejo: presten menos atención a asesores que les reafirmen sistemáticamente en sus convicciones y escuchen más a quienes tienen dudas. Seguro que aprenderán de ellos, entre otras cosas porque no hay otra manera de aprender.

De lo contrario, corren el peligro de terminar como los adolescentes de la anécdota inicial y acabar repitiendo "ah, lo típico" respecto a todo lo que les venga de nuevas. Sin entusiasmo ni curiosidad alguna. Y, en esas condiciones, ni entenderán el presente ni podrán ayudar a construir un futuro que merezca la pena ser vivido.

 

sábado, 23 de outubro de 2010

Barbarie con rostro humano

La oleada de rechazo del inmigrante en Europa es hoy la principal amenaza para su legado cristiano. El miedo al extranjero empieza a impregnar también el antaño tolerante multiculturalismo liberal.

SLAVOJ ZIZEK - Filósofo esloveno. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

 
La reciente expulsión de Francia de los gitanos residentes en su territorio en situación ilegal, a los que se ha deportado a Rumanía, su país de origen, ha suscitado muchas protestas en toda Europa, en medios progresistas y también entre importantes políticos, y no solo de izquierdas. Sin embargo, las expulsiones no se han detenido, y constituyen además la punta de un enorme iceberg que se alza dentro de la política europea. Hace un mes, un libro de Thilo Sarrazin, un directivo de banca considerado políticamente cercano a los socialdemócratas, causó escándalo en Alemania al plantear la tesis de que la nación alemana estaba amenazada por la presencia de demasiados inmigrantes a los que se permitía mantener su identidad cultural. Aunque el libro fue unánimemente censurado, su tremendo impacto pone de relieve que al gran público le dio donde le duele. Incidentes como estos han de evaluarse en el marco de una reorganización a largo plazo del espacio político en Europa occidental y oriental.

Hasta hace poco, el espacio político de los países europeos estaba dominado por dos grandes formaciones que se dirigían al conjunto del cuerpo electoral, es decir, por un partido de centro-derecha (cristianodemócrata, liberal-conservador, popular...) y por otro de centro-izquierda (socialista o socialdemócrata), a los que se añadían pequeñas formaciones (ecologistas o comunistas). En el Oeste tanto como en el Este, los últimos resultados electorales apuntan a la paulatina aparición de otra polaridad. Hay un partido centrista predominante que defiende el capitalismo global, generalmente con un programa cultural liberal (tolerancia hacia el aborto, los derechos de los homosexuales, las minorías religiosas y étnicas, etcétera). A ese partido se opone cada vez con más fuerza alguna formación populista contraria a la inmigración que, en sus márgenes, va acompañada de grupos neofascistas abiertamente racistas. El caso más paradigmático es el de Polonia: tras la desaparición de los ex comunistas, las principales formaciones políticas son el partido liberal, centrista y "antiideológico" del primer ministro Donald Tusk y el partido cristiano conservador de los hermanos Kaczynski. Hay tendencias similares en Holanda, Noruega, Suecia, Hungría... ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Tras décadas de Estado del bienestar -o de su promesa-, cuando los recortes financieros se limitaban a breves periodos y se aplicaban prometiendo que las cosas pronto volverían a la normalidad, entramos ahora en una nueva época en la que la crisis, o más bien cierto estado de emergencia económica que precisa de toda clase de medidas de austeridad, es permanente, se convierte en una constante, en pura y simplemente una forma de vida. Después de la desintegración de los regímenes comunistas en 1990, entramos en una nueva era en la que la forma predominante de ejercicio del poder estatal se ha convertido en una despolitizada administración técnica que se dedica a coordinar los intereses.

La única manera de introducir pasión en ese ámbito, de movilizar realmente a la gente, es mediante el miedo: a los inmigrantes, a la delincuencia, a la impía depravación sexual, al exceso de Estado (que abruma con unos impuestos y un control excesivos), a la catástrofe ecológica y, también, al acoso (la corrección política es el caso paradigmático de la política del miedo liberal). Esa forma de hacer política siempre se basa en la manipulación de un ochlos paranoico, en la aterradora concentración de hombres y mujeres atemorizados. Esta es la razón de que el gran acontecimiento de la primera década del nuevo milenio fuera la entrada en la ortodoxia política del discurso contra la inmigración, que cortó por fin el cordón umbilical que lo unía a partidos marginales de extrema derecha. Desde Austria hasta Holanda, pasando por Francia o Alemania, y en virtud del nuevo orgullo que suscita la propia identidad cultural e histórica, los principales partidos ahora descubren que es aceptable insistir en la condición de invitados de unos inmigrantes que deben adaptarse a los valores culturales que definen la sociedad de acogida: "Es nuestro país, si no lo quieres, te vas". Es imprescindible señalar hasta qué punto la tolerancia progresista liberal comparte ciertas premisas fundamentales con esta actitud: su exigencia de respeto y de apertura hacia la otredad (étnica, religiosa o sexual), tiene su contrapunto en el miedo obsesivo al acoso. El Otro está bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente un Otro... En realidad, mi deber de tolerancia para con el otro significa que no debo acercarme demasiado a él, meterme en su espacio. En la sociedad capitalista tardía el derecho humano que va tornándose más esencial es el derecho a no ser acosado: a mantenerse a distancia prudencial de los demás.

No es extraño que el tema de los seres tóxicos haya ganado terreno últimamente. Aunque el concepto procede de la psicología de divulgación y nos previene contra los vampiros emocionales que andan por ahí al acecho, ahora está yendo mucho más allá de las relaciones interpersonales inmediatas: el calificativo tóxico alude a propiedades pertenecientes a niveles (naturales, culturales, psicológicos, políticos) totalmente distintos. Un ser tóxico puede ser un inmigrante con una enfermedad mortal al que hay que poner en cuarentena; un terrorista cuyos mortíferos planes deben evitarse y al que se debe encerrar en Guantánamo, esa zona vacía ajena al imperio de la ley; un ideólogo fundamentalista al que hay que silenciar porque difunde el odio; un padre, madre, profesor o sacerdote que abusa de los niños y los corrompe. Lo tóxico es el propio vecino extranjero, el abismo que hay, por ejemplo, en sus placeres o creencias. De manera que el objetivo final de cualquiera de las normas que rigen las relaciones personales es poner en cuarentena o por lo menos neutralizar y contener esa dimensión tóxica, reducir al vecino a la condición de prójimo.

En el mercado actual encontramos una amplia gama de productos carentes de su componente nocivo: café sin cafeína, nata sin grasa, cerveza sin alcohol... ¿Qué decir del sexo virtual, que es sexo sin sexo; de la doctrina de guerra sin víctimas (en nuestro bando, claro) de Colin Powell, que es una guerra sin guerra; de la redefinición actual de la política como arte de la administración técnica, que es una política sin política? Todo ello nos conduce al tolerante multiculturalismo liberal, que es una experiencia del Otro privado de su otredad: un Otro descafeinado que practica danzas fascinantes y que aborda la realidad desde un enfoque holístico ecológicamente sensato, mientras rasgos como el maltrato a la esposa quedan fuera de cámara.

Quien mejor planteó, allá por 1938, el mecanismo que activa esa neutralización fue Robert Brasillach, el intelectual fascista francés condenado y fusilado en 1945, que, considerándose un antisemita "moderado", inventó la fórmula del "antisemitismo razonable": "Nos permitimos aplaudir en el cine a Charlie Chaplin, un medio judío; admirar a Proust, un medio judío, y aplaudir a Yehudi Menuhin, un judío. Y la voz de Hitler viaja por las ondas radiofónicas a continuación del nombre del judío Hertz. (...) No queremos matar a nadie, no queremos organizar ningún pogromo. Pero también pensamos que la mejor manera de obstaculizar las siempre impredecibles acciones del antisemitismo instintivo es organizar un antisemitismo razonable".

¿Acaso no está presente esta misma actitud en la forma que tienen nuestros Gobiernos de abordar la "amenaza de la inmigración"? Después de rechazar con superioridad moral el descarado racismo populista tachándolo de "poco razonable" y de inaceptable para nuestras normas democráticas, avalan "razonablemente" medidas de protección racistas... o, como brasillachs de hoy en día, algunos de ellos incluso socialdemócratas, nos dicen: "Nos permitimos aplaudir a deportistas africanos y de Europa del Este, a doctores asiáticos o a programadores informáticos indios. No queremos matar a nadie, no queremos organizar ningún pogromo, pero también pensamos que la mejor manera de obstaculizar las siempre impredecibles y violentas medidas defensivas que suscita la inmigración es organizar una protección razonable frente a los inmigrantes".

Esta concepción de la desintoxicación del vecino supone un paso claro de la barbarie directa a la barbarie con rostro humano. Plasma un retroceso que va desde el amor cristiano al vecino a la práctica pagana de privilegiar a la propia tribu frente al Otro bárbaro. La idea, aunque se envuelva en la defensa de los valores cristianos, constituye en sí misma la principal amenaza para el legado cristiano.

 

sexta-feira, 22 de outubro de 2010

Gitanos: los otros europeos

NAVI PILLAY - Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Si se aplica el dicho popular "No hay mal que por bien no venga" al escándalo creado por el tratamiento recibido por las personas de etnia gitana en Francia y otros lugares, se podría deducir que la ya vieja cuestión de la flagrante discriminación contra los gitanos/roma debería haber sido captada ahora por todos los radares europeos, e incluso fuera de Europa.

Cuando el ruido y la furia de hoy se desvanezcan, las condiciones atroces de esta minoría marginalizada deben permanecer como foco de atención. Estas condiciones deben ser consideradas en el contexto apropiado, que es el de los derechos humanos como principios directores de las políticas públicas y de las acciones dirigidas a adoptar medidas correctivas.

Hoy en día, a pesar de los esfuerzos por parte de algunos Estados europeos y organizaciones internacionales y regionales, el sentir contra las personas de etnia gitana continúa siendo fuerte en Europa. Estos prejuicios podrían incluso aumentar como resultado de la recesión económica que ha obligado a muchas personas de esta etnia a abandonar sus comunidades de origen en busca de nuevas y mejores oportunidades de trabajo. Como resultado, han aumentado también las prácticas discriminatorias y la violencia.

Por ejemplo, hay noticias sobre ataques mortales contra gitanos/roma en Hungría y en Eslovaquia o incluso documentos explícitamente discriminatorios, incluida la reciente circular que se filtró del Ministerio del Interior de Francia ordenando el desalojo de los campos de grupos de personas de etnia gitana con carácter prioritario.

En este contexto, el Comité de las Naciones Unidas que sigue la puesta en práctica de la Convención Internacional contra todas las Formas de Discriminación Racial (CERD en sus siglas en inglés) ha señalado que, si bien con matices, los desalojos forzados, así como los obstáculos al acceso a una vivienda adecuada y la segregación de gitanos/roma, tienen también lugar en otros países incluidos Bulgaria, la República Checa, Grecia, Italia, Lituania, Rumanía y Eslovaquia.

En algunos países, las personas de etnia gitana tienen un acceso limitado a los servicios de salud y a otros servicios públicos, porque no tienen documentos de identidad. Según el CERD, los problemas para este grupo son extensos en el área de educación e incluyen, por ejemplo, la segregación en clases separadas o su sobrerrepresentación en colegios para niños con dificultades en el aprendizaje.

En los últimos años, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha considerado que varios Gobiernos, incluidos dos de la Unión Europea (la República Checa y Grecia), violaban las obligaciones legales.

Un estudio reciente de Unicef señala que los niños y niñas de esta etnia, que estaban razonablemente integrados en los colegios de Alemania, han sido enviados a un ambiente de lengua albanesa que les es totalmenteextraño y donde tienen pocas, o ninguna, oportunidades para asistir al colegio.

Teniendo en cuenta este escenario, no debería sorprender a nadie que la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE estimara que las personas de etnia gitana se enfrenten a los más altos niveles de discriminación dentro de la Unión Europea.

La marginalización y la estigmatización contra estas personas se inflaman a menudo con retórica incendiaria por parte de fuerzas que buscan la ventaja política, avivando el fuego de la desconfianza. Esta es una de las cuestiones que suscité durante mi visita a los campos de asentamiento de personas de etnia gitana, tanto legales como ilegales, en Italia. Allí, como en muchos otros sitios, abogo repetidamente por la necesidad de integrar mejor a las personas de etnia gitana dentro de la sociedad en general, tanto en sus países de origen como en los países de destino. Un primer paso hacia la integración es proporcionar acceso a la educación y a otros servicios básicos, tales como la sanidad, la vivienda adecuada y el saneamiento, así como oportunidades laborales. Todos ellos son derechos humanos, plenamente reconocidos como tales por la normativa vigente. Los niños y las niñas de etnia gitana, sus padres y madres, y otros representantes de la comunidad nos lo dicen claramente durante nuestras conversaciones.

Soy consciente de que algunas tradiciones gitanas pueden estar reñidas con las del resto de la sociedad, y algunas representan violaciones inaceptables de los derechos humanos, como es el caso de los matrimonios forzados o el trabajo infantil. También soy consciente de que, viviendo en los márgenes de la sociedad, algunas personas de etnia gitana han optado por el delito -generalmente de orden menor-, lo que crea una fricción comprensible. Pero estas cuestiones exigen un escrutinio individual, caso por caso, no una condena indiscriminada de toda una población; requieren la misma respuesta que se aplica a todos los abusadores y delincuentes y no medidas ejemplares o draconianas que transpiran estigmatización y castigo colectivo de una minoría.

Para dar respuesta a estos problemas ya se han llevado a cabo esfuerzos serios en el plano nacional y por parte de las instituciones de la Unión Europea. Por ejemplo, la Comisión Europea ha intentado lanzar políticas de integración a través de la Plataforma de la Unión Europea para la Inclusión de los Roma-Gitanos y la adopción de los Principios Comunes Básicos para la Inclusión de los Roma-Gitanos en el 2009. Y en las Naciones Unidas, en abril de 2009, en la Conferencia de Revisión de Durban (contra el racismo), 182 Estados miembros de las Naciones Unidas prometieron adoptar medidas para erradicar la discriminación contra las personas de etnia gitana y otras minorías, así como proporcionarles remedios contra la discriminación y protección especial.

Todavía hay mucho por hacer. Con el apoyo decisivo de la Comisión Europea y el Parlamento, así como el de las Naciones Unidas, la Unión Europea y sus 27 Estados miembros tienen ahora una oportunidad para cambiar de actitud con respecto a las personas de etnia gitana, pasando de la reacción a la acción. Se debe acudir a las buenas prácticas y a las normas de derechos humanos y ponerlas en práctica a lo largo y ancho de toda la Unión, asegurando que todas las personas de la etnia gitana viven una vida digna en una de las regiones más prósperas del mundo, una región que es también la suya.

quinta-feira, 14 de outubro de 2010

Maria Rita Kehl - repassando o texto que a levou a ser demitida pelo Estadão, seguido de entrevista ao Terra Magazine

DOIS PESOS…

por Maria Rita Kehl, no Estadão, via Vermelho

Este jornal teve uma atitude que considero digna: explicitou aos leitores que apoia o candidato Serra na presente eleição. Fica assim mais honesta a discussão que se faz em suas páginas. O debate eleitoral que nos conduzirá às urnas amanhã está acirrado. Eleitores se declaram exaustos e desiludidos com o vale-tudo que marcou a disputa pela Presidência da República. As campanhas, transformadas em espetáculo televisivo, não convencem mais ninguém. Apesar disso, alguma coisa importante está em jogo este ano. Parece até que temos luta de classes no Brasil: esta que muitos acreditam ter sido soterrada pelos últimos tijolos do Muro de Berlim. Na TV a briga é maquiada, mas na internet o jogo é duro.

Se o povão das chamadas classes D e E – os que vivem nos grotões perdidos do interior do Brasil – tivesse acesso à internet, talvez se revoltasse contra as inúmeras correntes de mensagens que desqualificam seus votos. O argumento já é familiar ao leitor: os votos dos pobres a favor da continuidade das políticas sociais implantadas durante oito anos de governo Lula não valem tanto quanto os nossos. Não são expressão consciente de vontade política. Teriam sido comprados ao preço do que parte da oposição chama de bolsa-esmola.

Uma dessas correntes chegou à minha caixa postal vinda de diversos destinatários. Reproduzia a denúncia feita por “uma prima” do autor, residente em Fortaleza. A denunciante, indignada com a indolência dos trabalhadores não qualificados de sua cidade, queixava-se de que ninguém mais queria ocupar a vaga de porteiro do prédio onde mora. Os candidatos naturais ao emprego preferiam viver na moleza, com o dinheiro da Bolsa-Família. Ora, essa. A que ponto chegamos. Não se fazem mais pés de chinelo como antigamente. Onde foram parar os verdadeiros humildes de quem o patronato cordial tanto gostava, capazes de trabalhar bem mais que as oito horas regulamentares por uma miséria? Sim, porque é curioso que ninguém tenha questionado o valor do salário oferecido pelo condomínio da capital cearense. A troca do emprego pela Bolsa-Família só seria vantajosa para os supostos espertalhões, preguiçosos e aproveitadores se o salário oferecido fosse inconstitucional: mais baixo do que metade do mínimo. R$ 200 é o valor máximo a que chega a soma de todos os benefícios do governo para quem tem mais de três filhos, com a condição de mantê-los na escola.

Outra denúncia indignada que corre pela internet é a de que na cidade do interior do Piauí onde vivem os parentes da empregada de algum paulistano, todos os moradores vivem do dinheiro dos programas do governo. Se for verdade, é estarrecedor imaginar do que viviam antes disso. Passava-se fome, na certa, como no assustador Garapa, filme de José Padilha. Passava-se fome todos os dias. Continuam pobres as famílias abaixo da classe C que hoje recebem a bolsa, somada ao dinheirinho de alguma aposentadoria. Só que agora comem. Alguns já conseguem até produzir e vender para outros que também começaram a comprar o que comer. O economista Paul Singer informa que, nas cidades pequenas, essa pouca entrada de dinheiro tem um efeito surpreendente sobre a economia local. A Bolsa-Família, acreditem se quiserem, proporciona as condições de consumo capazes de gerar empregos. O voto da turma da “esmolinha” é político e revela consciência de classe recém-adquirida.

O Brasil mudou nesse ponto. Mas ao contrário do que pensam os indignados da internet, mudou para melhor. Se até pouco tempo alguns empregadores costumavam contratar, por menos de um salário mínimo, pessoas sem alternativa de trabalho e sem consciência de seus direitos, hoje não é tão fácil encontrar quem aceite trabalhar nessas condições. Vale mais tentar a vida a partir da Bolsa-Família, que apesar de modesta, reduziu de 12% para 4,8% a faixa de população em estado de pobreza extrema. Será que o leitor paulistano tem ideia de quanto é preciso ser pobre, para sair dessa faixa por uma diferença de R$ 200? Quando o Estado começa a garantir alguns direitos mínimos à população, esta se politiza e passa a exigir que eles sejam cumpridos. Um amigo chamou esse efeito de “acumulação primitiva de democracia”.

Mas parece que o voto dessa gente ainda desperta o argumento de que os brasileiros, como na inesquecível observação de Pelé, não estão preparados para votar. Nem todos, é claro. Depois do segundo turno de 2006, o sociólogo Hélio Jaguaribe escreveu que os 60% de brasileiros que votaram em Lula teriam levado em conta apenas seus próprios interesses, enquanto os outros 40% de supostos eleitores instruídos pensavam nos interesses do País. Jaguaribe só não explicou como foi possível que o Brasil, dirigido pela elite instruída que se preocupava com os interesses de todos, tenha chegado ao terceiro milênio contando com 60% de sua população tão inculta a ponto de seu voto ser desqualificado como pouco republicano.

Agora que os mais pobres conseguiram levantar a cabeça acima da linha da mendicância e da dependência das relações de favor que sempre caracterizaram as políticas locais pelo interior do País, dizem que votar em causa própria não vale. Quando, pela primeira vez, os sem-cidadania conquistaram direitos mínimos que desejam preservar pela via democrática, parte dos cidadãos que se consideram classe A vem a público desqualificar a seriedade de seus votos.



Maria Rita Kehl denuncia que foi demitida do Estadão por um ‘delito’ de opinião

Quinta, 7 de outubro de 2010, 11h25 Atualizada às 11h41

Maria Rita Kehl: “Fui demitida por um ‘delito’ de opinião”

Bob Fernandes, no Terra Magazine, dica do leitor Fernando

A psicanalista Maria Rita Kehl foi demitida pelo Jornal O Estado de S. Paulo depois de ter escrito, no último sábado (2), artigo sobre a “desqualificação” dos votos dos pobres. O texto, intitulado “Dois pesos…”, gerou grande repercussão na internet e mídias sociais nos últimos dias.

Nesta quinta-feira (7), ela falou a Terra Magazine sobre as consequências do seu artigo e o motivo de sua demissão:

- Fui demitida pelo jornal o Estado de S. Paulo pelo que consideraram um “delito” de opinião (…) Como é que um jornal que anuncia estar sob censura, pode demitir alguém só porque a opinião da pessoa é diferente da sua?

Leia abaixo a entrevista.

Terra Magazine – Maria Rita, você escreveu um artigo no jornal O Estado de S.Paulo que levou a uma grande polêmica, em especial na internet, nas mídias sociais nos últimos dias. Em resumo, sobre a desqualificação dos votos dos pobres. Ao que se diz, o artigo teria provocado conseqüências para você…

Maria Rita Kehl – E provocou, sim…

- Quais?

- Fui demitida pelo jornal O Estado de S.Paulo pelo que consideraram um “delito” de opinião.

- Quando?

- Fui comunicada ontem (quarta-feira, 6).

- E por qual motivo?

- O argumento é que eles estavam examinando o comportamento, as reações ao que escrevi e escrevia, e que, por causa da repercussão (na internet), a situação se tornou intolerável, insustentável, não me lembro bem que expressão usaram.

- Você chegou a argumentar algo?

- Eu disse que a repercussão mostrava, revelava que, se tinha quem não gostasse do que escrevo, tinha também quem goste. Se tem leitores que são desfavoráveis, tem leitores que são a favor, o que é bom, saudável…

- Que sentimento fica para você?

- É tudo tão absurdo…a imprensa que reclama, que alega ter o governo intenções de censura, de autoritarismo…

- Você concorda com essa tese?

- Não, acho que o presidente Lula e seus ministros cometem um erro estratégico quando criticam, quando se queixam da imprensa, da mídia, um erro porque isso, nesse ambiente eleitoral pode soar autoritário, mas eu não conheço nenhuma medida, nenhuma ação concreta, nunca ouvi falar de nenhuma ação concreta para cercear a imprensa. Não me refiro a debates, frases soltas, falo em ação concreta, concretizada. Não conheço nenhuma, e, por outro lado…

- …Por outro lado…?

- Por outro lado a imprensa que tem seus interesses econômicos, partidários, demite alguém, demite a mim, pelo que considera um “delito” de opinião. Acho absurdo, não concordo, que o dono do Maranhão (Senador José Sarney) consiga impor a medida que impôs ao jornal Estado de S.Paulo, mas como pode esse mesmo jornal demitir alguém apenas porque expos uma opinião? Como é que um jornal que está, que anuncia estar sob censura, pode demitir alguém só porque a opinião da pessoa é diferente da sua?

- Você imagina que isso tenha algo a ver com as eleições?

- Acho que sim. Isso se agravou com a eleição pois, pelo que eles me alegam agora, já havia descontentamento com minhas análises, minhas opiniões políticas.

Una ocupación militar moralmente insostenible

MIKHAEL MANEKIN - Codirector de Rompiendo el Silencio, una organización de veteranos israelíes dedicada a la concienciación acerca de las realidades de la ocupación militar en Cisjordania y Gaza. También es teniente de infantería en la reserva. Traducción del inglés de Juan Ramón Azaola.

En los últimos meses estamos siendo testigos de una nueva y preocupante tendencia política en mi país, Israel. Por primera vez, altos cargos del Gobierno, y en particular el ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, están justificando abiertamente una prolongada ocupación militar del pueblo palestino y declarando que la independencia de Palestina no es una opción para las próximas décadas. La ocupación ya no se da a conocer como una estructura de control temporal, destinada a dar paso a un marco de funcionamiento de dos Estados, sino más bien como un permanente estado de cosas en el país. De acuerdo con este punto de vista, cualquier propuesta para poner fin al dominio militar es un sueño utópico y toda crítica internacional es percibida como condescendiente y desconectada de las realidades de Oriente Próximo. Aunque hay quienes han sospechado desde hace tiempo que ese era el punto de vista de algunos de nuestros líderes, hasta ahora nunca se había declarado tan abiertamente y sin reserva alguna por parte de dirigentes elegidos.

Cuando yo servía como soldado en el Ejército israelí, y también cuando servía como oficial de combate responsable de la formación de cadetes, se nos decía algo muy diferente. La agresión militar tenía que ser el último recurso. Esta teoría de la guerra justa estaba en la base de nuestro código ético, y de hecho es el fundamento del nombre Fuerzas de Defensa Israelíes. La guerra no tenía que ser el statu quo, sino un último recurso. La importancia de la agresión como una última opción, y en ella incluyo el dominio militar sobre un pueblo vecino, no es algo sin fundamento. Nuestra independencia como Estado no es solo física sino también moral. Creemos que nuestra independencia es justa. Por lo tanto, de ello no puede seguirse ni lógica ni moralmente que nuestra independencia se cumpla permanentemente a expensas de los pueblos que nos rodean. Considerar nuestra presencia en la región como la de un animal en una jungla, que necesita (¿o quiere?) aplastar permanentemente a sus oponentes para poder sobrevivir, no solo es una visión pesimista de la vida, sino también una visión inmoral.

Los resultados de las ocupaciones militares son muy reales y muy problemáticos. Rompiendo el Silencio, la organización de veteranos a la que pertenezco, ha estado documentando esos resultados, recogidos por combatientes veteranos que sirvieron en los territorios ocupados. La constante presencia de un ocupante militar extranjero tiene que llevar a la larga al constante abuso del ocupado y a la violación de muchos de sus derechos básicos. Como demuestran nuestros testimonios una y otra vez, así es imposible gobernar de un modo limpio y benévolo.

Comprender eso es crucial, primordialmente para la sociedad israelí. El dominio militar sobre el pueblo palestino no es fruto de una decisión multilateral tomada por israelíes y palestinos, sino por mi sociedad en solitario, por razones que varían entre la necesidad de seguridad y el mesianismo religioso. Por lo tanto, corresponde solamente a la sociedad israelí decidir en última instancia si esa forma de gobernanza es moralmente aceptable. La decisión tiene menos que ver con la paz y más con las políticas que nos permitamos emprender como sociedad. Tiene que ver con nuestros límites morales y con el reconocimiento de las justas aspiraciones de nuestro Estado.

Rompiendo el Silencio no es una organización pacifista. Reconocemos que las guerras se producen y que los Estados tienen el derecho de defenderse. De hecho, nosotros mismos nos hemos arriesgado en la defensa de las fronteras de nuestro país. Sin embargo, guerras y ocupaciones militares, si se juzgan necesarias, tienen que librarse con el objetivo inmediato de finalizarlas y con la búsqueda de la independencia y la igualdad para las partes. Cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Lieberman, además de otros, hacen declaraciones justificando el dominio militar, ello no solo debilita la independencia del ocupado sino la justificación moral de la independencia del ocupante.

Las voces de los israelíes que creen de verdad en la democracia y en la igualdad tienen que decir bien alto y de manera inequívoca que el dominio militar indefinido sobre el pueblo palestino es insostenible desde una perspectiva moral. Es nuestro deber como israelíes dar a conocer nuestra postura de que los puntos de vista de Lieberman no expresan los nuestros o los de muchos otros israelíes.